Estoy siguiendo el juicio que se está llevando a cabo contra los asesinos de Marta del Castillo y estoy avergonzado. Mejor, indignado, que es la palabra de moda. En realidad, estoy indignado desde el primer día que la Policía detuvo a los asesinos confesos de la muchacha. Sobre todo por el toreo que los jóvenes acusados hicieron con la Policía y el juez instructor con la ubicación del cadáver de Marta.
¿Qué está pasando en España para que unos jóvenes, escasamente preparados intelectualmente, puedan burlarse de dos instituciones, teóricamente competentes, como la Policía española y la organización judicial y no pase nada? ¿Por qué, ahora en el juicio, se siguen burlando de todos? Peor, porque además, ya se están burlando de todos los españoles de buena voluntad.
Entiendo su derecho a su propia defensa. Es legal. Entiendo que usen todo tipo de triquiñuelas para intentar aminorar su condena. Pero no entiendo que estén jugando con el dolor de unos padres hasta casi el infinito y que no haya manera alguna de que confiesen dónde dejaron el cuerpo de Marta. Es una impotencia tremenda. Descomunal. Cabreante.
¿Qué está pasando en España para que hayamos criado a jóvenes tan fríos y tan distantes? Sin moral. Sin decencia. Con el corazón tan podrido. Se me rompe el alma cada vez que veo a sus padres pedir, por favor, que le devuelva a su hija o lo que queda de su hija para que puedan descansar… Y ellos, impasibles, jueguen a echarse la culpa unos a otros… La democracia española tiene que tener recursos para que no puedan pasar estas cosas. Y si no los tiene, que se cambie la ley para que los tenga… Porque tanto dolor impune es el primer curso de una carrera en busca de la propia justicia…
Pinocchio