El próximo lunes se anuncia un interesante debate entre los candidatos presidenciales del PSOE y del PP. Rubalcaba contra Rajoy. Hay expectación porque, aunque las encuestas apuntan a que el pescado ya está vendido (y en la cesta de los populares), un debate siempre es un albur y, puesto que de él se sale como vencedor o como vencido, los asesores del candidato socialista creen que podrían arañar algún voto entre el pelotón de los indecisos. Quien más arriesga es Rajoy porque en un debate un solo error anula todos los aciertos; en el caso de Rubalcaba, con todos los sondeos en contra, tiene menos que perder que su rival. De ahí el entusiasmo con el que se ha entregado a la idea; entusiasmo que le ha llevado a decir que quería no uno sino tres o cuatro debates.
Un debate es una lucha dialéctica, una pugna, en la que los contendientes esgrimen argumentos con los que defienden ideas propias o tratan de desacreditar las ideas del contrario. Lo viene haciendo Rubalcaba con el programa del PP -aludiendo a supuestos planes de privatización de la sanidad o la enseñanza que, en puridad, no figuran en el programa presentado antes de ayer por los populares-, y, lo hace, también, Rajoy imputando a Rubalcaba responsabilidades en algunas decisiones tomadas personalmente por Zapatero. Es el juego y tengo para mí que por ese registro circulará el debate.
El de «y tú más» y «mira quien habla». Aún así, si los asesores renuncian a contingentar los temas y los tiempos y el moderador hace bien su trabajo -estimulando el debate con preguntas que permitan centrar los asuntos que preocupan a los ciudadanos-, el encuentro entre Rajoy y Rubalcaba tendrá interés. Para todos. ¡Ojalá! que uno y otro estén a la altura de lo que sin duda esperan los ciudadanos: un buen debate, no un diálogo de sordos.
Fermín Bocos