Por casualidades de la vida, Herman Cain hacía acto de aparición la mañana del lunes en el cruce de la calle M con la 17 Northwest, emplazamiento de la Asociación Nacional de Restauración, donde se presume que habría acosado a dos damas siendo el director ejecutivo de la patronal hostelera.
Las acusaciones, divulgadas primero por el Politico, no podrían haber llegado en peor momento para el candidato presidencial Republicano favorito: justo a tiempo para una jornada muy pública de alocuciones en Washington. La primera estaba programada en el American Enterprise Institute, ubicado justo al otro extremo de la calle con respecto al inmueble de la patronal. Era, en palabras de un periodista invitado al acto del AEI, como entrar en la boca del lobo con el traje de filetes que llevó Lady Gaga.
Y así Cain hizo lo que hace siempre: volver en su favor una situación devastadora. «A propósito, amigos, sí, soy un candidato nada convencional», dijo a la saturada audiencia. «Y sí, sí que tengo sentido del humor. Y hay gente que tiene problemas con eso. Pero… Herman va a seguir siendo Herman».
¿Las mujeres que presentaron las quejas no captan pues su sentido del humor? ¿Y ahí acaba todo? A lo mejor. Esta clase de escándalo pondría fin a la carrera de muchos políticos. Pero el reglamento usual no se aplica a Herman Cain. Él sobrevive a los patinazos y los escándalos igual que derrotó al cáncer de colon, lo que no lo mata, lo hace más fuerte.
Dice que negociaría un intercambio de terroristas en Guantánamo, a continuación dice haber entendido mal la pregunta. Dice que el aborto debe ser una decisión individual, a continuación vuelve a decir haber entendido mal la pregunta. Propone una barrera fronteriza electrificada capaz de matar a los inmigrantes procedentes de México, después dice que la gente no captó el chiste.
Las pruebas de que ha dicho algo estúpido, u ofensivo, no hacen sino confirmar a sus partidarios que no se trata de otro político profesional pulido como Barack Obama o Mit Romney. Y por eso a Cain no le hace falta saber lo que es un neocón, por eso puede capear las irregularidades de la financiación de la campaña, obligar a su jefe de gabinete a dar una calada en un anuncio electoral, saltarse los primeros estados en celebrar primarias en favor de una gira literaria por el sur, y cantar las bondades de la pizza a ritmo de John Lennon.
Esto permite a Cain actuar como auto-parodia de campaña, confiando en que cualquier tontería con la que se encuentre sólo va a jugar a favor de su embrujo exterior. Al subir al escenario a pronunciar el discurso del AEI, empezó pidiendo que su micrófono estuviera apagado porque «voy a quedarme a gusto con esto».
A continuación proponía saltarse los límites políticos de costumbre. Respondía a un periodista británico con un extraño acento británico. Cuando fue preguntado por la política energética, Cain dijo que se pondría a ello al segundo día de su administración. «El primer día, me echaré la siesta». Preguntado por sus esperanzas de seguir siendo un candidato favorito, respondía: «Este plato de la semana es ya el plazo del mes, y sigue teniendo éxito».
El anfitrión de Cain en el AEI había prohibido cualquier pregunta acerca de las acusaciones de acoso sexual; al periodista de la ABC Jonathan Karl le quitaron el micrófono cuando trataba de preguntar por «el nubarrón» sobre Cain.
Eso tuvo el efecto de desplazar el interés de la prensa a la segunda comparecencia pública de Cain en la jornada, en el Club de la Prensa Nacional. «Yo nunca he acosado sexualmente a nadie», decía el candidato. Si la patronal llegó a un acuerdo económico, «espero que no pagara mucho». (Más avanzada la jornada admitía recordar uno de los dos acuerdos de confidencialidad).
¿Va a pedir pues que los expedientes de la investigación sean desclasificados para tumbar las acusaciones? «No, no hay nada que tumbar», respondía, y «el reglamento de la patronal hostelera consiste en no divulgar públicamente esa información».
No hay nada que ver. Circulen. Y Cain circuló. Lo pasó mejor con su propuesta legislativa insignia («¿Cómo se nos ocurrió lo del 9-9-9? ¿Por qué no 10-10-10, por qué no 8-8-8?»). Y manifestaba su convencimiento de que la vida imita al oficio de la pizza. «La forma que renovamos Godfather’s Pizza como empresa es el mismo enfoque que voy a utilizar para renovar América».
Invitado a ir más allá de los ganchos, Cain solicitaba el comodín de la llamada invitando al asesor Rich Lowrie a dar respuesta a esa pregunta por él. Aunque dejando a su ayudante cancha para el trabajo duro, Cain se mostraba encantado de responder a la cuestión final, la petición de una canción. Esta vez, Cain se puso a tararear unas cuantas estrofas de la melodía de Dottie Rambo «Supo ver más allá de mis errores».
Podría ser la banda sonora de Cain y sus indulgentes partidarios.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Dana Milbank