El pasado lunes 31 de octubre tuvo lugar en el Teatro real de Madrid el estreno de temporada de la representación de la ópera de referencia, con libreto basado fielmente en la obra de Maeterlinck y partitura de Debussy, bajo la dirección escénica de Robert Wilson. Entre el público, muchos periodistas, desde Pedro J. Ramírez hasta Iñaki Gabilondo, pasando por David Gistau y Carmelo Encinas. No todos se quedaron hasta el final, pero tampoco es cuestión de afear aquí la conducta a nadie. Prácticamente el mismo día tuvo lugar la presentación del programa electoral del Partido Popular, cuyo libreto probablemente es atribuible a FAES y cuya partitura firma Baudilio Tomé, con escenografía de Ana Mato. En este caso la atención de los periodistas fue obviamente mucho mayor, por motivos profesionales. Para mí ambos eventos tuvieron en común una cierta decepción derivada de la impresión de que lo visto, oído y leído no se correspondía con la naturaleza de lo esperado.
Pélleas et Mélisande es sin duda uno de los paradigmas de la llamada ópera de flujo musical continuo, que prescinde de la concatenación de diálogos con números musicales y por lo tanto priva al público menos entendido -como quien esto suscribe- de elementos de deleite propios del género más clásico como las arias, dúos, tríos, cuartetos, coros… Si a ello unimos en esta concreta representación una escenografía que mezcla el minimalismo de decorado con los fundamentos estéticos y posturales del teatro oriental, con cierta estética del cine mudo y con leves toques del teatro negro, obtenemos como síntesis un producto respecto del cual algunos de los asistentes, sin ser capaces de criticar su calidad artística, no pudimos sino manifestar “no me parece una ópera”. Al parecer algo similar dijo Richard Strauss en el momento del estreno.
El programa electoral del Partido Popular, accesible al público en general en su página web, me llevó a una impresión preliminar análoga a la de la ópera. Esto no es un programa de gobierno. En primer lugar, por su extensión: más de doscientas páginas. En segundo orden, por el carácter generalmente vago de sus propuestas, que son susceptibles de concreción tanto en drásticas modificaciones del actual marco jurídico económico, como a través de meras modulaciones de estilo. Dicho de otro modo, algunas de las recetas propuestas sirven igual para cambiar radicalmente una cosa como para que la misma permanezca prácticamente igual. Probablemente al programa electoral del PP le pase lo mismo que a la ópera en el siglo XIX: que su marco conceptual haya cambiado. Ya no se llevan las relaciones escuetas de propuestas concretas y comprometidas, sino las amplias definiciones programáticas, encuadradas en complejos diagnósticos de la situación, igualmente abstractos, y abiertos por tanto a modulaciones diversas en función del curso futuro de los acontecimientos.
En cualquier caso, más nos vale a todos que el programa abstracto se concrete en medidas que sirvan para encauzar la situación de España dentro de la gravísima incertidumbre continental e internacional. Puede que el momento no esté para grandes despliegues escenográficos y que, como decía Debussy, la música solo deba comenzar cuando la palabra pierde poder y capacidad de expresión. Llegados a este punto, el programa del PP sería, tal como suele contar mi amigo Gallifa, igual que el último caramelo de la bolsa: no es que sepamos a ciencia cierta que era el mejor, pero más nos vale pensar que lo será, porque no nos queda otro…
En fin, tampoco me hagan mucho caso. Solo soy un aficionado consorte al género lírico, por obra y gracia de una Amiga de la Ópera de tercera generación y un pobre náufrago del pensamiento político, agarrado a un madero en mitad de la tormenta.
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Juan Carlos Olarra