El Tribunal Supremo ha corregido, en un tono altamente crítico, a la Audiencia Provincial de Guipúzcoa que condenó a cuatro guardias civiles por torturar a los etarras que cometieron el atentado de la T-4.
Al margen de desmontar por «débil y poco rigurosa» la principal prueba incriminatoria, el alto tribunal recuerda que una Audiencia no puede actuar siempre en contra del reo, ignorando la presunción de inocencia, y por tanto decreta la absolución de los guardias condenados a cuatro años y medio y dos años y medio de prisión.
A tres días de la cita en las urnas, una sentencia como esta confirma, a su vez, la falta de veracidad de todas las acusaciones vertidas contra el Gobierno y la judicatura de «apaños» para lograr el fin de la violencia de la banda terrorista. Como es lógico a quien menos ha gustado la revocación de la condena ha sido a la izquierda abertzale que vende a sus posibles votantes, otra vez, la imagen de un Estado opresor y torturador de etarras.
Sin embargo, el Ministerio del Interior ha mostrado su satisfacción por lo que supone de respaldo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en su lucha contra el terrorismo. Porque, aunque parezca una obviedad, conviene que los demócratas no olviden que han sido precisamente la Policía y la Guardia Civil los que han derrotado a ETA utilizando los mecanismos del Estado de derecho.
Una cosa es que la banda terrorista haya decidido abandonar la violencia y otra que los jueces dejen de actuar en las causas pendientes o acepten sin más sus acusaciones de torturas. Si como afirmaron en su última comparecencia en Gara tienen una agenda tasada donde se contempla la entrega de armas a cambio de presos, el Estado tiene también su agenda marcada por la Ley y con más razón no se va a saltar ningún paso, por mucho interesado mensaje de victimismo de los candidatos de Amaiur.
La sentencia del Supremo es, además, minuciosa y pedagógica. Recuerda como fue el jefe del comando «Elurra», del que formaban parte los terroristas Portu y Sarasola, uno de los autores del documento «Hacer frente a la detención» en el que se les ordenaba que «gritar como si os mataran y forcejear lo que podáis que luego ya sacaremos testigos para hacer creíble lo que contéis». Y así lo hicieron y encontraron los testigos. El problema, a juicio del Supremo, es que eran todos de la misma cuerda.
Repasando las imágenes del juicio por el atentado de la T-4 y recordando el dolor de las familias de los dos jóvenes ecuatorianos aplastados bajo los escombros del aparcamiento del aeropuerto, vuelve a surgir la pregunta ¿de qué se reían los etarras ante el tribunal?
Estrella Digital respeta y promueve la libertad de prensa y de expresión. Las opiniones de los columnistas son libres y propias y no tienen que ser necesariamente compartidas por la línea editorial del periódico.
Victoria Lafora