La salud perfecta parece una utopía. Cuantas más vacunas, drogas y tratamientos se consiguen descubrir y sintetizar, más enferma parece tornarse la sociedad, hecho que se acrecienta con la aparición del estrés. Sin embargo cada día más científicos están considerando que es en la mente donde se generan gran parte de las enfermedades. Tal vez por ello está adquiriendo un papel cada vez más preponderante al tratar el tema.
A finales de la segunda guerra mundial, la posibilidad del papel dominante de la mente sobre el cuerpo fue determinado hasta llegar a un punto dramático con algunos detestables experimentos pseudocientíficos. En una artimaña psicológica, un hombre atado a una cama y con los ojos vendados, fue advertido de que iban a cortarle las venas para que muriera desangrado. Acto seguido, una de sus muñecas fue arañada mientras de un grifo cercano se dejó gotear el agua simulando a la víctima del estudio que era su propia sangre la que caía al suelo. Pocos minutos más tarde, el shock provocado por la fuerte interacción entre mente y cuerpo terminó por quitarle la vida.
Hoy en día es reconocido que prácticamente el 70% de una enfermedad consta de un factor psicológico agravante, y el 30% restante representa la verdadera dolencia. Es decir, si el factor psicológico fuese completamente eliminado, nuestras enfermedades se reducirían en una proporción considerable. Por lo tanto es posible utilizar el mismo factor psicológico de forma inversa, eso es, para nuestro beneficio, ya que con una actitud positiva nuestra capacidad de sanación se acelera. La fortaleza y el autodominio de las emociones son un pilar muy importante en nuestra salud.
Hay varios estudios que vienen a corroborar dicha afirmación. Uno de ellos, realizado por la Universidad Estatal de Ohio (EEUU), se hizo público en 2008. A un grupo de voluntarios de distinto carácter se les provocó una pequeña úlcera por quemadura inducida. En los días posteriores se demostró que en aquellos que poseían un peor temperamento, su herida tardó más tiempo en curarse totalmente. Incluso en los voluntarios que estallaban de ira con cierta facilidad, la sanación de la úlcera llegó a demorarse hasta cuatro días más que la media.
En este mismo sentido van los estudios de Daniel Goleman, psicólogo estadounidense pionero del concepto de inteligencia emocional, quien asegura que el índice de artritis es mayor en personas con tendencia a largos episodios de melancolía y pesimismo.
Llegados a este punto, y sin ánimo de extenderme ni redundar, resulta obvia la inevitable relación entre temperamento y jaquecas, asma, úlceras gástricas o fallas cardíacas, entre otras. La relación entre el componente psicosomático de las enfermedades y el tipo de vida que llevemos se encuentran inevitablemente relacionados con la aceptación de las condiciones de vida y la medida de felicidad.
En el momento que aprendamos a controlar nuestros estados de ánimo, favoreciendo el buen humor y los pensamientos positivos ante las innumerables situaciones adversas que nos plantea la vida, empezaremos a cambiar nuestra salud. Todo depende de uno mismo. Ser positivo debería ser algo más que una frase hecha. Debe ser nuestra mejor medicina y una forma de vivir. Pruébenlo. Además, es gratis.
David Sentinella