Cacao. Maravillao. Esa es la conclusión del Comité Federal del PSOE que se reunió el sábado en la calle Ferraz.
Llamó la atención su falta de autocrítica y el desapego que hubo sobre la realidad. Parecía que nadie era culpable de nada. Parecía que toda la debacle se debía a la crisis. A aquella crisis que negaron durante dos largos años mientras los grandes de Europa luchaban contra ella a brazo partido.
Es inaudito que Rubalcaba se presentase en ese comité autoproclamándose portavoz socialista en el Congreso, después de la sonora derrota, y que, encima, lo hiciese defendiendo un programa que habían rechazado la inmensa mayoría de los españoles. Como inaudito fue que la señora Chacón, a la que han vapuleado en Cataluña, se hiciese la interesante. Como haciéndose de rogar para que la llamasen como la gran salvadora.
El mayor desatino, por supuesto, lo cometió el ocurrente Alfonso Guerra que, con una frase chistosa que recuerda los años ochenta, dijo una patochada sobre los jóvenes y las mujeres, más para defender su canonjía que otra cosa. Terminará como Fraga.
Y ante este panorama de barones socialistas en decadencia, huida general para conservar su escañito y la desfachatez de otros, hay quien dice que es la hora de José Bono. Lagarto-lagarto.
Pero es cierto, ya hay muchos socialistas que están pensando que del mal, el menos. Y, de hecho, han pasado del “vaya, parece que vuelve otra vez Bono”, dicho con desgana, al grito de ¡Bono, vuelve, porfa!
Vivir para ver.
Pinocchio