Si hay algún sector que merezca el aplauso de la ciudadanía, durante la etapa de Zapatero es, sin duda, la Seguridad Vial. No voy a entrar en las cifras, ni en los descensos de accidentalidad paulatinos que se han ido produciendo a lo largo de estos años porque resulta tedioso, pero si voy a fijarme en dos cuestiones que son las verdaderamente importantes para evitar la sangría permanente que se produce en las carreteras por culpa de los accidentes de tráfico. Son la concienciación de los conductores sobre los problemas del alcohol y la velocidad y el comportamiento de los más jóvenes que se han incorporado al volante con un respeto que los mayores nunca hemos tenido. Y lo que es peor, todavía no lo tenemos, aunque la presión de las multas y la amenaza de perder el carné han mejorado nuestro comportamiento.
Quienes han ido asumiendo las vicisitudes del automóvil y del tráfico durante los últimos diez o doce años, lo han hecho con otra mentalidad más acorde con la seguridad y eso hay que agradecérselo a la gestión del Ministerio del Interior que ha sabido explicar la diferencia entre un comportamiento y otro ayudado, claro está, por la presión, siempre necesaria, de las multas, la retirada del carné de conducir y otras sanciones incluida la prisión en casos extremos.
La conclusión a la que han llegado los ciudadanos, gracias a la formación, para mejorar su seguridad en los viajes por carretera es el mejor antídoto contra los accidentes. La costumbre de bajar la velocidad, abrocharse el cinturón y evitar la coincidencia del alcohol y la conducción, han servido hasta ahora y será el argumento para rebajar el dolor, más aún, en el futuro.
Los muertos en la carretera es una tragedia para las familias. Pero no debemos dejar de lado a quienes ven modificada su movilidad para el resto de su vida por culpa de un error evitable en la mayoría de los casos.
De ahí la importancia de manejar bien la comunicación desde un organismo como la Dirección General de Tráfico. No ha sido este Director General ningún ejemplo a tener en cuenta pero su mandato se distingue por la entrada en vigor el carné por puntos y el agravamiento de las sanciones. Argumentos que simbolizan la disminución de accidentes, de muertos y heridos en las carreteras.
Hay que recordar en estos momentos al que fuera Director General de Tráfico en los años noventa, Miguel Muñoz, que fue el auténtico motor e impulsor de aquella política de sensibilización de los conductores con una serie de anuncios publicitarios mostrando la realidad y las consecuencias de los accidentes. Aquellas actuaciones, positivas a todas luces, aunque en el momento de ponerlas en marcha, los de siempre, no supieran interpretarlas. Pero las iniciativas fueron la base necesaria para las decisiones del gobierno Zapatero a partir de 2005.
Miguel Muñoz supo, como ningún otro Director General, llevar a los medios de comunicación un mensaje de colaboración entre las autoridades y los conductores, más allá de la publicidad. Acertó a implantar una política de comunicación y proximidad entre las actuaciones del organismo y los medios de comunicación que facilitó el trabajo de los periodistas en los momentos clave como son las operaciones salida y retorno de vacaciones y puentes. Momentos, todos ellos, importantes para hacer llegar el mensaje que más interesaba a la DGT cuando más lo necesitaban los viajeros. Es verdad que seexpuso a la crítica, más que en ocasiones anteriores, pero salió airoso por la eficacia de la gestión.
Aquellos planteamientos sirvieron de trampolín para todo lo que vino después. Ahora se puede felicitar por la reducción de los muertos en carretera pero sin olvidar las verdaderas raíces del éxito.
Aún así, el trabajo sigue sin terminar. La satisfacción llegará cuando la carretera no destile ni muertos ni heridos.
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Pedro Fernández