Probablemente ambas, en adecuada y equilibrada combinación, son exigibles al gobierno español (y al de cualquier otro país del mundo inmerso en la crisis global), a la hora de afrontar la situación dramática en la que nos encontramos, y que hace mucho trascendió de lo meramente financiero o económico para instalarle en la realidad social más evidente y cotidiana.
La determinación resulta absolutamente imprescindible toda vez que los durísimos ajustes que los ciudadanos y empresas ya hemos realizado en el sector privado desde el año 2008 tienen que trasladarse ahora al sector público. Es completamente previsible que dichos ajustes provoquen virulentas reacciones de protesta, que probablemente desborden los límites de la legalidad, como estamos viendo en otros lugares. Dichas protestas serán además amplificadas, magnificadas y, si es preciso, manipuladas, por sectores interesados de la prensa y de la política, con el fin de socavar la fortaleza del gobierno recién elegido. Precisamente por eso, el nuevo Ejecutivo debe mostrar una fortaleza absoluta para sostener la aplicación de las decisiones que adopte en ejecución del mandato que los ciudadanos le acaban de conferir, y debe mostrar tal fortaleza, por un lado, huyendo de la política errática y adicta a los sondeos de opinión que lamentablemente nos ha rodeado en los últimos años y, por otro, cumpliendo y haciendo cumplir la ley a fin de proteger, no solo el derecho a protestar de quienes no estén conformes, sino el derecho de los que sí lo están a que su voluntad mayoritariamente expresada en las urnas se traduzca en efectiva acción política.
Pero es cierto que la determinación en el ajuste, en la austeridad y en la seriedad, siendo condición necesaria, no es suficiente. Del mismo que era irresponsable la postura de Zapatero cuando pretendía simplemente capear el temporal de la crisis tirando de los recursos almacenados en la época de bonanza y esperar simplemente a que cambiara el ciclo, sería igualmente absurdo pensar que el mero redimensionamiento de nuestra estructura económica, pública y privada, será suficiente para relanzar el crecimiento. Que no se me malinterprete. Huyo de las ocurrencias vacías de último minuto con las que algunos se han venido despachando en los últimos meses, con un método de ensayo-error que estadísticamente acababa siempre en lo segundo. Pero creo que es necesario que se pongan nuevas ideas sobre la mesa para que seamos capaces de ir más allá de la abnegada resignación y del providencialismo europeo.
Solo con determinación y con imaginación, seremos capaces de recuperar la ilusión.
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Juan Carlos Olarra