Una cifra importantísima que se contabiliza, elección tras elección, en el haber del Partido Popular. Una proporción enorme de ciudadanos impermeable a los acontecimientos, que no se mueve un milímetro de su posición en el tablero político. El refugio que les ofrece Rajoy les resulta muy confortable: una idea monolítica de España, sólida y nacional; liberalismo económico, conservadurismo costumbrista, inmovilismo social, militancia activa en la catolicidad secular y mucha seguridad. Un amplísimo paraguas bajo el que se resguarda una población que ama la estabilidad de las cosas como siempre han sido y que pretenden que sigan siendo así. Amén. Por eso, los analistas del PP, que son muy buenos, aconsejan siempre que no se haga ni se diga nada que perturbe la placidez de los españoles de centro derecha. Están tan convencidos de lo que votan que no necesitan programas ni promesas movilizadoras.
Tampoco les afecta demasiado que alguno de los suyos mienta, participe en maniobras que zarandean el Estado o terminen en un banquillo. No digo que sean amorales, que nadie me entienda mal. En privado, seguramente, son tan críticos con estos personajes como yo y tantos otros, lo que ocurre es que tienen muy claro como les gustaría que fuera la España que ellos idealizan y dan su confianza al Partido Popular. Tantos millones de personas fieles al símbolo de la gaviota no son, en realidad una franja electoral, son una base social sin fisuras. Un logro admirable, que la izquierda mayoritaria no entiende y así les ha ido.
Aseguran los sociólogos que este país es mayoritariamente de centro izquierda, y traducen esa propiedad en doce millones de sufragios. Este gentío se concentra de vez en cuando y coloca al PSOE en el poder. Otras veces se disgrega: muchos se quedan en casa, algunos buscan otras alternativas de izquierdas, otros castigan con fiereza sumándose a formaciones inverosímiles y todavía millones de seguidores se mantienen en la órbita del puño y la rosa. Es evidente que los socialistas tienen electores pero carecen de base social estable y comprometida. El PSOE ha venido enturbiando sus mensajes y bailando la yenka: izquierda, derecha, adelante y detrás…. Zapatero ha defendido la España plural y todavía no sabemos qué es. ¿Quería llegar al federalismo? Nunca lo sabremos. Sabemos que la izquierda española ha sido siempre estatalista y se ha confrontado con los nacionalismos insolidarios y secesionistas. En plena crisis congeló las pensiones y bajo los salarios públicos en vez de subir los impuestos. El PSOE siempre fue un partido laicista y no ha denunciado el Concordato con la Santa Sede. Nunca fue militarista y mantenemos tropas en medio mundo. Ha dejado pendiente una reforma fiscal de verdad, la ley de libertad religiosa o la ley de la muerte digna. No ha embridado a los poderes económicos, pero se ha atrevido con la flexibilidad laboral. Por todo ello, las gentes progresistas andan deambulando como muertos vivientes mientras el PP se dispone a edificar la España que reclaman diez millones de votos.
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Fernando González