lunes, noviembre 25, 2024
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Los restos de Franco

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Ojalá los únicos restos de Franco fueran los que se pudren en la Basílica del Valle de los Caídos. Si así fuera, incluso se podría considerar la conveniencia de que no se movieran de allí bajo ningún concepto. Lamentablemente, lo que queda de Franco es tanto, hay tanto franquista suelto, la propia esencia del Estado está tan penetrada de él porque nadie ventiló suficientemente sus anfractuosidades, que no estaría de más, en verdad, trasladar esos restos, polvo casi, al lugar de reposo que determine su familia, cual acaba de recomendar una comisión de expertos que, por lo demás, no hacía ninguna falta.

Donde el sentido común rige, los expertos en sentido común huelgan. Despojar al Valle de los Caídos, ese colosal monumento a la Muerte, de su significado, que no es otro que el de perpetuar no ya la memoria de la Guerra, sino la propia Guerra entre hermanos y la Victoria erradicadora de unos sobre otros, es lo primero que habría hecho cualquier gobierno democrático, pero si ninguno de los gobiernos españoles de la Segunda Restauración lo ha sido en lo tocante a la ley y a la igualdad de oportunidades, a la diligencia de la Justicia, a la calidad de la Educación o a la persecución de amiguismo, del nepotismo, del enchufe y del pelotazo en la función pública, no lo iba a ser con esa cosa que tanto les ha asustado a todos de incomodar al fascio que en España no es, por desgracia, residual.

No sé lo que habrá costado la comisión de expertos, pero nos lo podíamos haber ahorrado tranquilamente. Si no ha costado nada, ni una mala dieta, ni una comida, mejor. Porque los muertos, cual dicta la razón y la nunca completada Secularización de los Cementerios, deben estar entre los muertos, y no entre los vivos para hacer entre ellos propaganda, nada subliminal por cierto, de la muerte. Los restos de Franco. Por todas partes hay restos de Franco. ¿Trasladar los de su santuario de Cuelgamuros? ¿Por qué no empezar por ellos?

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Rafael Torres

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