Es muy socorrido aludir a que la toma de Constantinopla pilló a las más preclaras mentes del imperio bizantino discutiendo con denuedo y pasión sobre el sexo de los ángeles, y aunque llegué a desinteresarme del asunto de los trajes de Camps, he vuelto a engancharme esperando que, cualquier día, salga un sexador de pollos chino declarando que los forros de las chaquetas eran hembras, o que aparezca alguien del Centro Nacional de Inteligencia demostrando que se pasó por botón durante dos días y elevó un informe a la superioridad. Una semana de estas parirá la montaña y saldrá el ratón del cohecho impropio, o la pulga de la duda, qué sé yo, mientras, con gran estruendo, la montaña vuelva a cerrarse.
Otra discusión con mucha cáscara de nuez, y que bastará removerla con habilidad para que se escuche, es la propuesta del partido político Quo (antes grupo ecológico) que desean elecciones en Madrid para que Ana Botella no sea alcaldesa de Madrid, porque no iba de número uno en las elecciones. A mí me gustan algunas de las propuestas de Quo y las suscribo, pero se pueden tener muchos conocimientos de medio ambiente y ser un ignorante en leyes electorales, y viceversa. Si cada vez que un alcalde dimite, o se marcha, o fallece, o lo deja, tuviéramos que organizar elecciones en ese municipio, según la doctrina Quo, todos los días habría alguna lección en alguna ciudad o en algún pueblo. Sin embargo, aparte de que el sexo de Ana Botella no suscita discusión y no puede ser rechazada por los forofos de la paridad, estoy seguro que se abrirá un debate tan largo como inane, tan apasionante como inútil, y que arrancará brillantes artículos y discursos apasionados que nos conducirán a ninguna parte.
Del sexo de los trajes de Camps podemos pasar a los trajes de Ana Botella para que siga el entretenimiento, aunque hay que reconocer la moral de Quo que, tras su rotundo fracaso electoral, quiera cambiar las leyes desde esa calle que no le ha ignorado.
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Luis del Val