Mientras me pregunto con inquietud y ansiedad quién ganará la próxima Vuelta Ciclista a España, me doy cuenta de que antes serán, con seguridad, las elecciones andaluzas. Y que, celebradas estas, vendrán nuevos y entusiásticos recortes. Puede, incluso, que la Vuelta Ciclista a España se limite a una Comunidad, por reducir gastos, se entiende. Puede que para entonces la TVE se haya privatizado y a nadie -al modo de los Vasile de hoy que son listos y espabilados entre tanta tontería de la TDT-, les interese semejante pedaleo y las cosas del pelotón y nos quedemos sin la consabida serpiente multicolor recorriendo la estepa palentina, otro decir.
Puede, además, que para entonces estos, a los que denominamos clases medias por fuerza de las circunstancias y de los impuestos, hayan perdido la clase y se hayan puesto la media en la cabeza con la intención de atracar los bancos que hasta ahora nos vienen atracando a los que venían siendo clases medias. Y así, que la Vuelta se quede sin espectadores atractivos para la publicidad, que solían ser los de las clases medias, con capacidad de compra.
Puede que de ella, de la Vuelta Ciclista a España, se entiende, en los altos del León, en Pajares o en Covadonga, el espíritu nacional se alumbre de nuevo, y hartos los de las medias, las clases se entiende, se escoren al modo francés, belga, húngaro, polaco, italiano y etc., hacia una nueva extrema derecha que se plante ante el acoso de un Estado gobernado por quienes siempre anuncian reducción de impuestos y acaban por reducir, es un suponer, etapas de la Vuelta Ciclista a España.
Ahora me vienen a la memoria aquellos días en que Rajoy decía que no iría a vivir a La Moncloa y mientras algo el cálculo de lo que voy a pagar este año y de lo que va a dejar de cobrar mi padre en su pensión, me da la risa floja, que tengo la impresión que es una risa que ya está de vuelta por toda España. Y sin subir a la bici.
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Rafael García Rico