martes, noviembre 26, 2024
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Pasabalabra

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Cuando todavía resuenan las últimas campanadas del viejo año, deseo lo mejor en el 2012 a todos los lectores de Estrella Digital y a los profesionales que cuelgan el diario en la galaxia electrónica. Las mañanitas de Año Nuevo tienen un pulso más pausado que invita al paseo sosegado por las calles desiertas, abrillantadas con la luz blanquecina del sol invernal. Estrenar calendario me invita también a imaginarme pequeñas aventuras vitales capaces de cambiarme y de aportar promesas de renovación personal. Me distraía yo con estas reflexiones de andar por casa cuando me asaltaron las imágenes y los sonidos de los últimos episodios nacionales. Pensé entonces que la política se había convertido en un juego de palabras, en una versión aumentada y corregida del concurso televisivo Pasapalabra.

Los socialistas pretenden un mesías que les devuelva el cariño y la confianza de sus votantes progresistas. Buscan, a toda prisa, mensajes distintos que les ayuden a dibujar una hoja de ruta que les guie hasta la tierra prometida del apoyo popular. Por el camino se van dejando jirones de estabilidad, consenso y pactos largamente trabajados. Preguntada la siempreviva Carmen Chacón, se descolgó con una declaración que parecía un eslogan comercial: “Al PSOE le sienta bien la democracia”. Pasapalabra.

El nuevo ministro Montoro ya anticipó que participaría en el pasatiempo del Pasapalabra, cuando le cambió el nombre a los ajustes presupuestarios para llamarles reformas estructurales. Todo un prodigio de imaginación. Poco después fue Ana Mato la que se presentó como concursante: calificó de violencia en el ámbito familiar a la actividad criminal de tanto machista suelto que comienza por denigrar a la mujer, se lía después a golpes con ella y acaba por destriparla en el ascensor. El cambio de nominación provocó el consiguiente tumulto mediático. Ana Mato se defendió diciendo: “Da igual el nombre, al final es un asesinato”. La señora ministra olvida que su partido planteó un recurso ante el Tribunal Constitucional para evitar que se llamara matrimonio a la unión legal de homosexuales y lesbianas. ¿Es o no importante el nombre de las cosas? Pasapalabra.

La titular de la cartera de Fomento, la señora Pastor, también ha querido concursar. Apunten ustedes este mandamiento: “No vamos a gastarnos lo que no tenemos”. Un buen consejo, sin duda. Y ahora yo me pregunto: ¿Qué pensará la ministra Pastor cuándo se cruce en los pasillos de Moncloa con su colega de Justicia? Me apuesto con ustedes lo que quieran a que no ha sido capaz de reprender a don Alberto, que se ha gastado lo que tenía y seis mil millones de euros más. Pasapalabra.

A los políticos de medio mundo les encanta entretenerse con el dichoso jueguecito de las palabras. Un cojo se convierte en un discapacitado, un viejo en una persona de la tercera edad, el campo de batalla en teatro de operaciones o la matanza indiscriminada de civiles indefensos en daños colaterales. No me extraña pues que el señor De Guindos llame “recaída” a lo que el resto de la humanidad denomina recesión y que al incremento de los impuestos por las rentas de trabajo se le apellide “gravamen de solidaridad”. Una moda imparable que inauguraron Zapatero y Solbes cuando evitaban pronunciar la palabra crisis.

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Fernando González

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