Siempre que se habla de la lucha contra la economía sumergida, tengo la impresión de que las medidas que van a tomar los sabuesos de Hacienda serán perseguir a los fontaneros que proporcionan facturas clandestinas sin el IVA, y escritores de medio pelo, que intentaron no poner en la declaración de la renta, los apabullantes y enriquecedores 1.500 euros que les correspondieron en un concurso literario.
La hipocresía con que se admiten los paraísos fiscales, donde van a parar el 90% de las evasiones de impuestos, y el 100% del dinero procedente de la droga, el juego clandestino y la prostitución, jamás son investigados. Hacienda siempre los ha preferido populares, conocidos, y con no mucha pasta, para ponerse la medalla de que todos somos iguales ante Hacienda, esa inmensa mentira que permanece inalterable sean los gobiernos de derechas o de izquierdas. Todavía me acuerdo de los tiempos miserables en que se perseguía a Lola Flores y, luego, a Pedro Ruiz, por unas cantidades de risa, que representaban una milésima parte de los que se cuece en un sitio tan cercano al ministerio de Hacienda del Gobierno de España, como es Gibraltar, ese lugar fantástico, donde tienen el domicilio fiscal más empresas mercantiles que habitantes. Pero este es un dato que jamás les ha impresionado a los justicieros de Hacienda, porque es muy complejo, o sea, hay que investigar, indagar, preguntar, trabajar mucho y duro sin la garantía de un resultado cierto. Así que, por el mismo precio, se cogen las cuentas de un fontanero o de un presentador de televisión, caso seguro, tampoco tienen tanto dinero como para contratar mercantilistas de fuste, o sea, que la medalla está segura, que corra la bola, que venga el gobierno que sea que aquí seguiremos con la rutina, y por el camino sencillo, no de descubrir el fraude, sino de meter en cintura al humilde fontanero.
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Luis del Val