Como intriga realista a principios de este nuevo año, eche un vistazo a la diplomacia secreta en marcha entre Estados Unidos y los talibanes. La mayoría de los observadores se muestran escépticos con que el proceso vaya a producir algún avance, pero es interesante que estén teniendo lugar conversaciones.
El camino a las negociaciones fue trazado públicamente el pasado 18 de febrero, cuando la Secretario de Estado Hillary Clinton fijó el marco de un acuerdo político en la Guerra de Afganistán. Si bien no se destacó de forma generalizada, ella prescindía de las anteriores precondiciones norteamericanas para la participación de los talibanes, como renunciar a al-Qaeda y respaldar la constitución afgana. Esto se consideró «resultados imprescindibles» de las negociaciones, en lugar de requisitos previos.
Representantes talibanes y estadounidenses ya se habían reunido en secreto en Alemania cuando Clinton pronunció aquel discurso, y desde entonces se han reunido repetidamente, en Alemania y Qatar sobre todo, un total de media docena de sesiones. El siguiente paso es que los talibanes abran una delegación oficial en Qatar y abran conversaciones con el gobierno afgano.
El representante estadounidense en estas conversaciones ha sido normalmente Marc Grossman, que ocupó la vacante de representante especial para Afganistán a la muerte de Richard Holbrooke. Diplomático retirado del cuerpo con las maneras tranquilas y humildes propias del personaje de John le Carré George Smiley, Grossman ha sido lo opuesto al gregario Holbrooke, pero probablemente eso haya sido de ayuda con un rival caprichoso.
El representante talibán viene siendo Tayeb al-Agha, un asistente de Mohammed Omar, el líder talibán. Agha es un caballero de rostro angosto y barba que habla un inglés bueno y se rumorea que se defiende a nivel profesional. Tras las crónicas que publiqué entre otros acerca de su papel el pasado mayo, se rumoreó que Agha había desaparecido — pero resulta ser la noticia de portada. En realidad seguía encontrándose con funcionarios estadounidenses a lo largo del verano y el otoño, teniendo lugar la sesión más reciente en octubre.
Agha emergió como emisario talibán solvente tras los encuentros secretos mantenidos con funcionarios del ejecutivo alemán en 2010, acompañados de funcionarios estadounidenses aquel noviembre en Münich. El ritmo de los contactos se aceleró después de ser nombrado Grossman el pasado febrero.
El primer reto de Grossman fue establecer que Agha representa realmente a la cúpula talibán. De forma que se idearon pruebas para comprobar sus credenciales. Estados Unidos solicitaría a Agha, digamos, que apareciera colgada una nota en una página web talibana oficial — y que proporcionara el texto con antelación. Hacia el pasado verano, Estados Unidos llegó a la conclusión de que Agha era real.
Los encuentros mantenidos con Agha hasta la fecha han sido lo que los diplomáticos llaman «medidas de confianza». Ese proceso incluye la apertura de la delegación qatarí — y el traslado de unos cinco reos talibanes de Guantánamo a Doha, a los que el gobierno qatarí promete mantener «bajo arresto domiciliario».
La esperanza era anunciar la sede de Qatar en un encuentro internacional en Bonn el 5 de diciembre. Pero el Presidente afgano Hamid Karzai se echó atrás en el último minuto, temiendo no contar con el consenso para las negociaciones en casa. Y es muy cierto que muchos afganos desconfían de cualquier acuerdo con el grupo insurgente pastún. Pero empezaron a filtrarse detalles en Kabul, y después de que los talibanes dijeran el 3 de enero que estaban dispuestos a abrir la delegación de Qatar, Karzai anunció su apoyo al día siguiente.
Se supone que los talibanes harán declaraciones pronto rechazando el terrorismo internacional y apoyando un proceso político en Afganistán — primeros pasos hacia la eventual renuncia a al-Qaeda y el apoyo a la constitución afgana. Los talibanes también han accedido a que la delegación de Qatar no se utilice para fines propagandísticos ni para reclutamiento. Fueron los talibanes los que solicitaron Qatar como centro, replicando a las propuestas estadounidense y afgana de Turquía o Arabia Saudí.
¿Qué hay del papel de Pakistán en este delicado proceso? Bueno, no ha cortado los contactos de Agha en nombre de los talibanes. Y el responsable de la Inteligencia paquistaní, el Teniente General Ahmed Shuja Pasha, trasladó personalmente a Ibrahim Haqqani, hijo del secretario de un temido grupo talibán conocido como «la red Haqqani», a un encuentro mantenido en agosto con un funcionario estadounidense en los Emiratos. Ese encuentro acabó en agua de borrajas, y fue acompañado de nuevos ataques a objetivos estadounidenses obra de agentes de la Haqqani que, según funcionarios estadounidenses, sigue recibiendo financiación, información y otras formas de ayuda de la Inteligencia paquistaní.
Si la delegación qatarí llega a abrir realmente, los funcionarios estadounidenses esperan que el gobierno de Karzai y los talibanes intercambien medidas de confianza por su cuenta — pongamos un rechazo talibán a los atentados suicida a cambio de garantías del gobierno para atravesar regiones sensibles.
Es una apuesta con grandes obstáculos, pero también es cierto que todas las guerras acaban con el tiempo — abriendo un proceso de este estilo.
David Ignatius