El Gobierno ha propuesto al escritor Mario Vargas Llosa que sea el máximo responsable del Instituto Cervantes. Y a mí, como campaña de imagen, me parece muy bien. Es un escritor mundialmente conocido; es Premio Nobel de Literatura y es latinoamericano, aunque con nacionalidad española, lo que tiene un significado cosmopolita importantísimo. Si Vargas Llosa sólo va a ser eso, estupendo. Si va a llevar la gestión del gran instrumento de la cultura española en el mundo, se equivoca el Gobierno y no estoy, en absoluto, de acuerdo.
Es posible que, en España, no valoremos suficientemente la importancia del español en el mundo. Aquí andamos liados todo el día en otros menesteres idiomáticos de andar por casa y hemos perdido bastante visión global. Pero el idioma español, aparte de ser el tercer idioma más hablado del mundo, es el mayor vehículo de expansión de nuestra cultura, de nuestro prestigio y de nuestro negocio en el mundo. Y como tal hay que entenderlo. Por lo tanto, creo que no se puede seguir usando al Instituto Cervantes como un organismo-premio en el que colocar a personas más o menos prestigiosas porque ya cuenta con 77 centros en 44 países de los cinco continentes y tiene un presupuesto anual de más de 100 millones de euros.
El Instituto Cervantes no necesita gente en retirada. No es un premio. El mayor embajador de España en el mundo necesita gente preparada para la gestión y el desarrollo del español como cultura universal. Como un valor tan importante o más que cualquier multinacional española.
Ya vale de gente como César Antonio Molina o, mucho menos, Carmen Cafarell, cuyo mayor mérito fue enterrar RTVE por capricho de Zapatero. Ya vale de perder oportunidades y dinero.
Como imagen, Mario Vargas Llosa está muy bien. Como gestión, una desgracia.
Eso si acepta, claro. Que me temo lo peor.
Pinocchio