lunes, noviembre 25, 2024
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San Sebastián en el balcón

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Aunque no tiene la repercusión mediática de otras fiestas populares como San Fermín o la Feria de Abril, probablemente muchos lectores son conscientes de que la noche de este 19 de enero abre en la ciudad de San Sebastián un período festivo de 24 horas en torno a la evocación del Santo Patrón, instrumentada en los centenares de tamboreadas que desfilarán interpretando las marchas del maestro Sarriegui. El momento central de la fiesta es sin duda la izada de la bandera en la Plaza de la Constitución –aunque un sector de profesionales de la juerga mantiene que es de aficionados y turistas y que lo suyo es celebrar la arriada-. Y ese momento central de la celebración ha estado teñido, hasta donde mi memorial alcanza, de una fuerte carga política.

Mis primeros recuerdos se remontan al alcalde Lasa, último del período de Franco, cuya dimisión se pedía estruendosamente entre globos que pedían la amnistía. Algunos pensaban que la llegada de la democracia restauraría el orden normal de las fiestas, que son para disfrute y celebración colectiva, pero desgraciadamente no fue así. En un momento crucial de finales de los años 70, en aras al mantenimiento de la calma social, los nacionalistas “moderados” decidieron permitir que la fiesta, todas las fiestas, fuesen secuestradas por los etarras y su entorno para convertirlas en escenario de sus reivindicaciones. Los primeros alcaldes donostiarras del PNV apenas si salían al balcón para recibir una lluvia de huevos e improperios. El alcalde de EA, Albistur, “normalizó” la situación saliendo a la terraza ataviado con un impermeable de la guardia municipal. Posteriormente el borroso y equívoco Odón Elorza basculó entre la tolerancia y la indignación impostada, también forzado a veces (él y los alborotadores) por la aplicación de la ley que proscribe el ensalzamiento de los terroristas. Pero ahora todo ha cambiado.

Por primera vez saldrá al balcón un alcalde de San Sebastián que representa directamente a todo ese entorno etarra que viene tratando de secuestrar la fiesta en las últimas décadas, por lo que no sabemos cuál será su reacción. Tal vez la celebración vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: una fiesta popular para el disfrute de propios y visitantes.

No podremos dejar de recordar a todos los que amaban enormemente la fiesta y la celebraban con entusiasmo y devoción hasta que fueron cobardemente asesinados por quienes hasta este año llenaban la Plaza de la Constitución de pancartas y consignas. Llevamos en el recuerdo a todos, a Fernando Múgica, tamborrero de la Unión Artesana, a Gregorio Ordóñez (asesinado dos días después de celebrar San Sebastián) y guardamos un recuerdo especialmente amargo del asesinato de Santa, perpetrado por un pistolero vestido de cocinero en plena cena de la víspera de San Sebastián en una sociedad gastronómica, recreando así una macabra profanación de la fiesta.

Ba gera, gu ere bai, gu beti pozez, beti alai…

Juan Carlos Olarra

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