España produce ahora lo mismo que hace cinco años pero ha destruido unos tres millones de empleos y tiene que sostener a dos millones más de personas. A diferencia de España, otros países ya recuperaron lo perdido en la recesión. ¿Qué le impide a España, de nuevo abocada a otra caída del PIB, seguir el ritmo de recuperación países como Alemania o Estados Unidos? Entre otras cosas, la falta de competitividad y su elevada deuda, sobre todo la privada, que se multiplicó por tres en la década del 2000. De hecho, el problema más grave en España no es el déficit, ni la deuda pública, lo es la deuda privada y generar menos ingresos que pagos al exterior, de manera que el país tiene desequilibrio comercial y financiero, y todo lo demás, incluido el paro y el déficit, es una consecuencia.
Semejante aumento del endeudamiento de empresas y familias tuvo que ver con la abundancia de liquidez en pleno boom inmobiliario, el descenso de los tipos de interés y la escasa percepción del riesgo. Volver a la normalidad consumirá años, probablemente unos cinco, por lo que hasta el 2015 o 2016 no se alcanzará un nivel normal de deuda, con la repercusión negativa que eso tiene en términos de inversión y de crecimiento. En resumidas cuentas, antes de volver a invertir habrá que pagar lo mucho que se debe.
La falta de crédito bancario, que no es más que una consecuencia de todo lo anterior, coloca a las empresas españolas ante la necesidad de encontrar financiación alternativa, a riesgo de no sobrevivir en unos casos y de no seguir desarrollándose en otros. En ese sentido, los mercados de capitales y, en particular, la Bolsa se presentan como una salida, y no solo para las grandes corporaciones, sino también para compañías medianas que pueden ir saliendo al Mercado Alternativo Bursátil, el MAB, dedicado a empresas de reducida capitalización que buscan expandirse.
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José Luis Gómez