Hace unos meses, cuando el señor Francisco Álvarez Cascos irrumpió con fuerza en la vida política asturiana dejamos escrito que su vuelta depararía grandes tardes de gloria. Pues, bien, en eso está. Apenas medio año después de la llegada a la Presidencia del Principado, inopinadamente, ha dimitido, anunciando la convocatoria de elecciones para el próximo mes de marzo. Alega que ante la imposibilidad de aprobar el presupuesto para este año (el Foro, su grupo, está en minoría parlamentaria) era la única salida que le quedaba porque se siente «boicoteado» (sic) por socialistas y populares. Es cierto que está en minoría, pero no lo es menos que esa circunstancia no es cosa de ahora: rige desde el primer minuto de la legislatura. PP y PSOE, votando juntos, han rechazado los presupuestos, pero según todas las evidencias, Cascos no ha hecho el menor esfuerzo por ceder y pactar con sus antiguos correligionarios del PP. Más aún, pudiendo haber establecido una relación directa con Mariano Rajoy, antiguo compañero en los gobiernos de Aznar, ha limitado su relación a un registro estrictamente institucional.
Aunque tenga sus razones y le resulte difícil superar el enfrentamiento con los dirigentes locales del PP, lo razonable sería que, unos y otros, colocaran los intereses de los asturianos por encima de las rencillas personales. Los políticos están para resolver problemas, no para crearlos. Asturias, como el resto de España, padece un insoportable problema de desempleo. Medio año después de haber guardado las urnas, no está el patio para gastar más dinero en elecciones. Lo peor de la política es que algunos políticos se creen imprescindibles. Otra conclusión, fruto de esta chusca situación de interinidad política por la que atraviesa Asturias, nos lleva a constatar, una vez más, que no hay peor cuña que la de la misma madera como bien se puede apreciar en este nuevo pulso de Álvarez Cascos a Mariano Rajoy.
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Fermín Bocos