La sangría fluye de dos arterias tajadas por las crisis y los gestores que se aprovechan de ella. Les hablo de los más jóvenes y de los más maduros. Borbotones de tantísimos muchachos excelentemente preparados que vegetan, mano sobre mano, sin un empleo decente en el que ocuparse. La sangre se desparrama también con una generación entera de trabajadores y ejecutivos eficaces y expertos, prejubilados o despedidos en los mejores años de su carrera profesional. La nada por abajo y la nada por arriba.
Les voy a contar la experiencia vivida por un buen amigo, ingeniero de telecomunicaciones y productor de TV, despedido y convenientemente indemnizado por una compañía multinacional española con intereses punteros en varios países hispanoamericanos. Le llego la noticia muy pocos meses antes de cumplir los sesenta, apenas aterrizado en Madrid procedente de un periplo por Buenos Aires, Rio y Santiago de Chile. Tres meses después, ¡tres meses solamente!, le reclamaron para que arreglara el desbaratamiento de la clientela provocado por su sucesor. Tuvieron que contratarle temporalmente, como si fuera un fichaje estrella y pagarle una pasta.
Les voy a poner otro ejemplo mucho más cercano. Conozco a directivos de cajas de ahorros retirados tempranamente por la entidad en que trabajaban. Se conocían al dedillo los negocios de su zona y con una simple comprobación avalaban a los pequeños empresarios, descontaban los pagos a plazo o concedían los créditos solicitados. Ahora todo este fluido vital se ha estancado y los expedientes se amontonan en la mesa de los principiantes ascendidos o terminan en el sótano de la sede central. Poco tuvieron que ver con la política de hipotecas basura o la financiación suicida de la burbuja inmobiliaria dictada desde las alturas. Han pagado el pato de tantos errores.
Por el mismo sumidero se ha vaciado a las empresas, en todos los sectores, de buena parte de su capital humano, descapitalizándolas hasta la penuria y privando a los que llegan de referencias formativas. Ningún país moderno e industrializado se ha permitido algo parecido. En los Estados Unidos se prohíbe constitucionalmente la marginación laboral por razones de edad.
España se desangra por esa vía y, lo que es peor, por las venas limpias y poderosas de la juventud. El Estado ha financiado sus estudios hasta garantizarles una preparación sin precedentes. Ahora, muchos de ellos, cada vez más, emigran al exterior y enriquecen con lo que saben y el empuje de la ilusión a terceras naciones. Acabo de recibir buenas noticias de un jovencísimo arquitecto que despliega todo su talento en Berlín. Su pareja ha encontrado trabajo como pediatra en un dispensario social del ayuntamiento berlinés. Dos de tantos otros: médicos, sanitarios, ingenieros, informáticos, economistas, periodistas, creativos y chavales sin cualificar. Se refugian en la Europa rica, en los Estados Unidos, Asia y en las economías emergentes de medio mundo.
Cerremos, entre todos, la hemorragia o nuestra querida España quedará debilitada por muchos años.
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Fernando González