El líder socialista ha anunciado una oposición rotunda en los temas en que las discrepancias sean profundas y una disposición al consenso en las cuestiones más institucionales: lucha terrorista, política exterior y nombramientos en los órganos de la justicia y de Televisión.
Ha puesto como ejemplo de oposición el rechazo frontal a la reforma laboral. Anteayer, en el Congreso, quedó patente la distancia entré él y el presidente de Gobierno. Pero la buena noticias es que quienes estuvieron enzarzados en sus escaños, a las pocas horas, fueran capaces de celebrar una reunión de cuatro horas en un clima distendido.
Es de justicia recordar que esta no fue nunca la disposición de Mariano Rajoy en la oposición. La política exterior -Cuba y Venezuela-, la lucha antiterrorista y el bloqueo de las renovaciones del Tribunal Constitucional y el Consejo del Poder Judicial son buenos ejemplos de la falta de espíritu de colaboración del PP en la oposición.
Rubalcaba tiene por delante un periodo difícil y correoso: cada vez que recrimine un recorte, le echarán en cara su presencia en el gobierno que los inició. Si bien es cierto que las medidas que está tomando y va a tomar Mariano Rajoy son mucho más radicales, los primeros recortes le correspondieron a Zapatero y esa munición no la va a desperdiciar el Gobierno.
El electorado del PSOE, los cuatro millones que se han ido a otro partido o a la abstención, están pendientes de la forma de ejercer la oposición del PSOE, pero también en comprobar en qué escenario estratégico se va a situar Rubalcaba. ¿Va a dar un paso más y cuestionar el modelo de salida de la crisis con posiciones socialdemócratas o no va a cambiar el sustrato en donde ha navegado los último años el PSOE compitiendo en el mismo anfiteatro económico del PP? Ahí no tiene mucho que rascar Rubalcaba porque la contestación a los recortes va a exigir cambios profundos en el enfoque de las políticas económicas.
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Carlos Carnicero