Observo desde la distancia de Buenos Aires que los españoles se han dado cuenta de la que se les ha venido encima. Han salido a la calle casi en silencio, sin alharacas, reflexionando sobre su protesta que en síntesis en intuitiva. Es mucho más temible el silencio que la algarabía porque demuestra determinación.
Quizá la primera torpeza de Mariano Rajoy ha sido atacar a los sindicatos. Las organizaciones obreras -que es como se les llamaba cuando la lucha de clases tenía vigencia-, si algo han sido es pacientes, colaboracionistas, tranquilas. Zaherirlas es una torpeza porque hacerlas víctimas de la prepotencia de la revolución conservadora suscita simpatías hacia los sindicatos. Son necesarios aunque manifiestamente mejorables.
Las calles de España se han inundado de una indignación que empieza a ser organizada. A falta de conocer los presupuestos -escondidos bajo siete llaves hasta los comicios de Andalucía- el espejo griego es determinante de las protestas. La humillación a la que se está sometiendo al pueblo griego es insoportable. Y los españoles no quieren que la señora Merkel gobierne a través de Mariano Rajoy. ¿Qué pasará cuando la canciller alemana pierda las elecciones y abandone el poder? ¿Será demasiado tarde para políticas económicas que movilicen la economía?
Los españoles también se han dado cuenta de que la cuerda de los recortes no se romperá hasta que lo hagan ellos. Todo comenzó con Zapatero, ahora siguen los recortes, el deterioro de la sanidad, la brutal reforma laboral… Pero nadie dice donde está la estación término de los sacrificios. Las exigencias que deprimen a la población son renovadas con cada informe del FMI o de la UE.
El capitalismo no tiene atisbos de rostro humano y las estadísticas y los datos contables aprietan el nudo sobre el cuello de los ciudadanos. Me da la impresión que ayer, en las manifestaciones de toda España, los ciudadanos han dicho «!Basta¡».
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Carlos Carnicero