Nos estamos acostumbrando a ver todo negro, a que nos planteen un porvenir sin esperanza, a que los jóvenes se pongan como única salida huir de España, a que todo se arregla con recortes y más recortes. Y cuando no se pueda recortar más, ¿qué vamos a hacer? Es labor de los políticos y de los expertos buscar salidas a las situaciones difíciles. Para las fáciles vale cualquiera. Es cierto que pagamos los años de despilfarro y de despreocupación, de primar el todo es fácil, el todo vale, la corrupción y el todo para todos. Somos pendulares y necesitamos un mínimo equilibrio.
Es, o lo parece, una provocación plantear hoy que los parados que rechacen un empleo, pierdan el subsidio. ¿Qué oferta, con qué control, en qué condiciones, con qué garantías? El INEM ha demostrado su incapacidad para algo que no sea gestionar las listas del desempleo. No es culpa de sus funcionarios sino de quien diseñó el órgano y no lo ha cambiado ni ha puesto los medios necesarios para que sea eficaz en la gestión de empleo, que es lo que falta. Es un contrasentido que se llame Instituto Nacional de Empleo y sólo sirva para atender las colas de los desempleados. Ni tiene capacidad para ofrecer cursos que reciclen a los que no tienen trabajo -citan a ochenta para quince plazas y sortean los ganadores- ni ofrece alternativas de colocación. Después de años, les van a tratar de sustituir en esa tarea las agencias privadas. Bienvenidas sean si consiguen resultados, pero hemos perdido muchos años.
Y el problema es otro. En lugar de estar vendiendo recortes y más recortes -que también- los políticos y los expertos deberían poner sobre la mesa fórmulas imaginativas para incentivar la búsqueda de empleo. Las hay. Y mecanismos efectivos de lucha contra el fraude, contra la economía sumergida, contra la explotación de trabajadores sin papeles y aplicar ese dinero a la promoción de nuevos empleos.
No vale el sistema actual que desincentiva a los jóvenes a buscar trabajo porque les pone dos años por delante de cobrar sin hacer nada. O para hacer chapuzas y cobrar dos sueldos. Se les puede llamar para hacer cursos -de verdad, bajo control, con utilidad para buscar empleo- o hacer que dediquen al menos media jornada a trabajos sociales, a atención de discapacitados, a apoyo en centros de mayores. Estamos derrochando talento y pagando más al desempleado que al trabajador. Hay que impulsar la búsqueda de trabajo con ayudas al que lo hace y al empresario que le contrata. Si todas las soluciones son quitar el subsidio al que se niega a rechazar un trabajo para el que no está preparado, a 500 kilómetro de donde vive y con un sueldo mísero, seguro que la calle se llena de indignados. La solución está en la formación -hay sectores que demandan profesionales y no los encuentran-. Y en la imaginación. Eso es lo que hay que pedirles a los políticos para resolver el primer problema de España.
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Francisco Muro de Iscar