Ignoro si a ustedes les pasa lo mismo: algunos días un servidor necesitaría una dosis de EPO o productos de similar eficacia simplemente para levantarse de la cama. No lo consumo pues no tengo idea de como es eso, donde se vende ni que precio tiene. Además estoy a favor del control antidoping; fundamentalmente porque crea empleo.
Estamos en la fase primera de la burbuja del control antidoping, un sector en clara expansión que mezcla lo científico con lo burócrata y que cuenta con el respaldo de muchos gobiernos, el respeto de todas las instituciones e incluso el apoyo de los guiñoles televisivos franceses los cuales han puesto de los nervios a bastante gente en este lado de los Pirineos.
¿Ustedes saben cuantos profesionales viven de esto? No tengo mucha idea pero deben ser muchísimos: directivos, jueces, abogados, médicos, jefes de prensa, secretarios, médicos, enfermeros, practicantes…toda una legión dedicados casi en exclusiva para preservar la salud física de los deportistas. La psíquica es otra cosa, ya que parece que algo locos si que andan por culpa de este tema.
Está claro que la evolución lógica del control antidoping es que este llegue a más profesiones. Sería lo más justo con los deportistas. Empezando por los del guiñol. Así paulatinamente se debe ir controlando por sectores. En especial a los artistas que actúan cara al público. Por ejemplo: al finalizar una actuación de los Rolling Stones, estos deberían pasar el citado control y en caso de dar positivo en lo que sea, el concierto se daría como no realizado, se les retendrían los honorarios, se diría al público que tuviera a bien olvidarlo y se les clavaría una multa de esas que tumba el misterio. Tal vez se les adelantaría la jubilación lo cual sería lastimoso tanto por ellos, por nosotros y como por su deseo, políticamente muy correcto, de alargar su vida profesional indefinidamente. Pero en fin: considérenlo como un daño colateral.
El siguiente paso serían los políticos. Ni un solo mitin, congreso, sesión parlamentaria o consejo de ministros sin controlar. Tanto excitantes como tranquilizantes. Incluso el chupito de pacharán. En caso positivo: quedarían anuladas las disposiciones tomadas en tal estado que sospecho que son y han sido bastantes.
Así se puede llegar a los profesionales de todos los ámbitos ya que se supone que los laboratorios, queriendo o sin querer, seguirán creando sustancias nocivas. Lógicamente los del antidoping deberán mantener un elevado nivel científico y fantásticas infraestructuras para así luchar en esta durísima competencia.
La conclusión es que estoy emocionándome: creo que hemos descubierto una profesión de gran futuro: “el antidopinguero”. Sinceramente opino que estamos en el inicio de una nueva era de pleno empleo en el mundo: media humanidad controlando a la otra. ¿No es genial?
Hasta la próxima semana.
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Paco Fochs