Espero que un día de estos el ministro Margallo nos explique por qué la Comunidad Internacional se está lavando las manos con respecto a Siria. Hasta el momento, Estados Unidos y los países de la Unión Europea solo hacen declaraciones rimbombantes condenando la violencia en Siria, pero no dan un paso más. Y hay que preguntarse el por qué de esta actitud, ya que por mucho menos, o por lo menos igual, decidieron que había que intervenir en Libia.
A la opinión pública la termina descolocando esa vara de medir que tienen los gobernantes en que para iguales casos la receta es una como la contraria. En el caso de España a lo más que ha llegado nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores es al anuncio hecho por el ministro de que se está pensando cerrar nuestra representación diplomática.
Me dirán que el «caso» de Siria no es el mismo que el de Túnez o de Libia y mucho menos el del Egipto, y es verdad, pero también lo es que todos estos casos mencionados también son diferentes entre sí. La única diferencia es la pasividad de la Comunidad Internacional.
Algunos periodistas se están jugando la vida en Homs y en otros lugares de Siria para contarnos lo que allí sucede, otros ya la han perdido a pie del conflicto. Lo que nos cuentan estos colegas es que el régimen de Bachir Assad está haciendo una auténtica escabechina y que cientos de personas están siendo asesinadas, de manera que las cifras de víctimas se van engrosando cada día.
Es en acontecimientos como estos cuando más necesaria se hace la labor de los periodistas, habida cuenta que sin la presencia de la prensa la primera víctima de una guerra, como se ha repetido hasta la saciedad, es la verdad. De manera que hoy, gracias al arrojo de algunos de mis compañeros de profesión, tenemos información veraz de lo que está sucediendo en Siria y por eso se antoja más incomprensible que nuestro llamado Primer Mundo hasta el momento haya asumido el exclusivo papel de espectador.
Me pregunto cuántas personas más tienen que morir para que la comunidad internacional haga algo eficaz. La primavera no llega a Siria, sino que este país está viviendo un largo invierno de terror y sangre.
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Julia Navarro