Les confieso que lo último que yo habría esperado es esa salida del nuevo fiscal general del Estado, que benévolamente atribuiré a un golpe de frivolidad, aunque eso sea inimaginable en un personaje con esa responsabilidad y de esa envergadura. Les añadiré que todavía me parece más insólito viniendo de una persona con su sensibilidad para el cine, que desde hacía muchos años me había deleitado en los estupendos coloquios dirigidos por José Luis Garci acompañando a la proyección de maravillosas y antiguas películas, primero en TVE y después en Telemadrid. Quiero decirles que quien mostraba tal penetración en un arte que me entusiasma, como a él mismo, no podría ser capaz de semejante decisión como reabrir de alguna manera esa locura disparatada de la extrema derecha española en torno a la pretendida conspiración del 11-M, ya descalificada por todos los jueces del mundo. Caer en esa trampa de la caverna patria me produce pena, desilusión, amargura, desolación, perplejidad, incredulidad, sensación de impotencia y rabia también por ver cómo se me derrumbaba uno de mis ídolos intelectuales.
Es posible que Torres-Dulce se haya visto obligado o compelido a hacerlo por la conveniencia seudopolítica de complacer al sector extremista del partido del Gobierno. No sé si lo habría hecho motu proprio o aconsejado por alguien que me niego a identificar con Mariano Rajoy. No me puedo creer que lo haya hecho por un acto personal de voluntad inspirado en convicciones que me niego a creer que tenga este hombre. No será por la fuerza de una información periodística tan somera y carente de base como la utilizada. Yo le pido, le ruego desde aquí al señor Torres-Dulce que rectifique cuanto antes, que dé marcha atrás, que anule la orden dada al fiscal de Madrid, que deje en paz al 11-M, que bastante horror estamos viendo en su aprovechamiento por los más ultras en estas víspera del octavo aniversario de aquella brutal masacre. Es un ruego a la persona, al fiscal general del Estado y al inteligente y sensible estudioso y aficionado al mejor de los cines.
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Pedro Calvo Hernando