Ya ha empezado la campaña electoral en Andalucía y Asturias de cara a las elecciones autonómicas del 25 de marzo. Y hay que reconocer que, en ambas regiones, hay mucho en juego.
En Andalucía, los andaluces se juegan hacer la Transición a la democracia después de haber vivido en un virreinato cuasi hereditario desde que murió Franco. En Asturias, ir de Guatemala a Guatepeor.
Lo de Andalucía es increíble. Con lo que ha caído en estos años y con lo que está cayendo, aún las encuestas le dan alguna posibilidad de gobernar a la izquierda. Con la corrupción galopante que ha existido y existe. Con lo que se está descubriendo con el escándalo de los EREs y con la degradación social que todo lo cubre como consecuencia del bochornoso número de parados que hay en una comunidad que podía ser la california española, aún se duda si votar por el cambio o no. Nunca lo entenderé. Pero allá los andaluces. Si a ellos les gusta rebozarse en la putrefacción y el mal olor, es su problema. En democracia, cada pueblo tiene el Gobierno que se merece.
Pienso que están ante una oportunidad histórica de abrir las ventanas y sanear una tierra que no se merece de ninguna de las maneras que la hayan machacado y explotado durante más de 30 años. Incluso, que la hayan humillado, como ha hecho este PSOE mientras la explotaba.
Lo de Asturias, en cambio, es alucinante. Los asturianos ya habían dicho basta a una izquierda que también, como en Andalucía, se había puesto guarra de llevárselo crudito. De hecho, estaban dispuestos a echarlos a patadas. Pero entonces se produjo lo alucinante. Un político de derechas, retirado y soberbio, llamado Álvarez Cascos, pensó que era el momento de convertirse en virrey de Asturias. Había peleado contra ese tipo de taifa pero, con el hundimiento socialista, creyó que era el mejor momento para buscarse un retiro fantástico. Y contra viento y marea se presentó por libre a las elecciones y dividió a la derecha. Y, como la Ley D’Homs castiga esos comportamientos suicidas, ningún partido consiguió mayoría suficiente para gobernar, lo que condujo a los asturianos a una nueva convocatoria electoral. Y, en esta nueva convocatoria, todo apunta a que los socialistas pueden volver a ganar porque la derecha está más dividida que nunca.
Si, como parece, los asturianos deciden castigar la estupidez de la derecha asturiana y le dan la mayoría a la izquierda, aunque sea para ir de Guatemala a Guatepeor, al señor Álvarez Cascos habría que pedirle explicaciones serias. Porque él, entre otras cosas, es uno de los creadores del actual PP.
Pinocchio