España ya puede presumir de generar confianza entre sus socios. Parece que han entendido en Europa que las previsiones del iluminado Zapatero nada tienen que ver con la realidad y ha decidido ofrecer a Rajoy un punto intermedio. El ajuste a pesar de ello será durísimo. El déficit público tendrá que situarse como máximo en el 5,3 por ciento del PIB y en el 3 por ciento a finales de 2013. Es un pequeño desahogo sobre lo pactado con anterioridad por el gobierno socialista, pero algo menos de lo que habíamos pensado hace apenas unos días. Esto es credibilidad y confianza y lógicamente se verá reflejado, creo yo, en inversiones, prima de riesgo y tipos de interés de la deuda.
El problema a esta mejor percepción de España como país serio puede estar en la oposición socialista que anda sin ideas y en el sindicalismo rancio que quiere imponerse en la calle y en las empresas cuando no han hecho más que perder afiliados y pasiones a raudales. Los ciudadanos casi por unanimidad se sienten alejados de estos sindicatos de clase, cuyos dirigentes y paniaguados viven de forma muy diferente a cómo predican y que lo hacen sobre todo con nuestros impuestos y no con sus cuotas. Agitar la calle es su consigna para los próximos tiempos. Veremos cuál es su capacidad real de movilización en la huelga general convocada. En manifestaciones ya lo hemos visto. Ni siquiera van sus militantes si nos atenemos a los datos que ha dado hace unos días el INE y que fija generosamente en un 19 por ciento de los trabajadores los afiliados a UGT y Comisiones Obreras.
En todo caso, es una buena noticia que en Europa nos tomen en serio y que den como parte del «contrato» que los sindicalistas y los socialistas protesten. No me parece, en todo caso, por las encuestas realizadas y por lo visto en las redes sociales que vayan a contar con mucha gente, más preocupada por que la crisis remita cuanto antes aún a costa de grandes esfuerzos, que con arruinar aún más a las empresas y al país.
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Carmen Tomás