El Fiscal General del Estado ha sido sensible al rechazo social a su decisión de reabrir la investigación sobre el 11-M y ha rectificado en buena medida. Puede ser un ejemplo para que Mariano Rajoy haga lo mismo con la reforma laboral, que ha provocado el anuncio sindical de huelga general. Las grandes manifestaciones del domingo en toda España deben ser entendidas por el Gobierno más que como una amenaza, como la respuesta justa a unas decisiones políticas que pueden conducir al país a un verdadero desastre y al entierro del Estado de Bienestar que había costado siglo y medio conseguir. Rectificar es de sabios, no es ni de necios ni de cobardes. Los sindicatos le ponen a Rajoy en bandeja el camino de la rectificación: se trata de negociar con ellos y con las fuerzas parlamentarias una solución digna y equilibrada para la gravísima situación económica y social en que estamos metidos. Esa solución por supuesto que no está ni en el despido libre, ni en la libre rebaja de salarios y derechos laborales, ni en cosas por el estilo.
De aquí al día 29 hay tiempo de sobra para negociar y para llegar a unos acuerdos serios y civilizados, pues es absolutamente falso que ni los sindicatos ni nadie quieran una huelga general porque sí y mucho menos incendiar la calle, como con torpeza y con ridícula violencia verbal proclaman algunas voces políticas y mediáticas. Debe cundir el ejemplo de Torres-Dulce, porque ya digo que rectificar es de sabios. Vale también esto para decisiones tan arbitrarias e infundadas como la de Javier Arenas de no acudir al debate de candidatos en la televisión andaluza. Y ya no pueden rectificar, pero debieron haberlo hecho los que decidieron apropiarse del 11-M y de las víctimas al buscar absurdas incompatibilidades de calendario entre el recuerdo a los muertos y las manifestaciones contra la reforma laboral. Cuidado, Rajoy. Cuidado, PP. De sobra sabían que la extrema derecha trataría de hacerse con el cotarro. No se lo pongan tan fácil que luego abran una senda irreversible. Gobernar es también calcular los riesgos.
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Pedro Calvo Hernando