Sería muy interesante que la Real Academia Española elaborase un informe semejante al de las guías de lenguaje no sexista para iluminarnos sobre los eufemismos que se fabrican desde la política y la economía, con nuestra complicidad, la de los periodistas, para maquillar, camuflar o sencillamente torcer la realidad. El último, instalado en las últimas horas en el debate público, el copago. Resulta evidente que el término no tiene un pase. La sanidad pública ya la pagamos entre todos los ciudadanos a través de los impuestos. No es gratis, no es una gracia que concede uno u otro gobierno. Cualquier aportación suplementaria que se nos pida desde los poderes públicos tendrá que llevar otro nombre: o sobrepago, o repago, o impuesto sanitario, o tasa por prestación… Ustedes decidan, pero cualquiera de estas fórmulas u otras semejantes se ajustarían más a la realidad que el término fabricado al efecto.
Me temo que será imposible modificar la tendencia, que el eufemismo acabará instalándose en el discurso. Aunque por muy interesante que sea el debate semántico, el verdaderamente sustancial es el que se refiere a la medida. De momento ha sido el gobierno catalán el que ha dado el primer paso al aprobar el pago de un euro por cada receta médica. Pero ha salido adelante gracias a la abstención del PP, que ha posibilitado la medida. El debate abierto de inmediato está cargado de ambigüedad por parte de los responsables populares. El presidente gallego planteó la posibilidad de una subida en el precio de los medicamentos en función de la renta del enfermo. La ministra de Sanidad admitió, nebulosamente, la posibilidad de «buscar mecanismos para la sostenibilidad de la sanidad». Y el candidato andaluz, Javier Arenas, resolvió una polémica que le estropea su placentera campaña con un «en principio no creo en el copago», un regate dialéctico, un ni sí ni no que le permitiría creer en la fórmula a partir del día 26, una vez resuelta la elección en Andalucía.
Con las competencias en materia de sanidad transferidas podemos encontrarnos ante un fenómeno semejante a la carrera competencial que se abrió con la reforma de los estatutos de autonomía, forzando el marco común hasta los extremos sin posibilidad de retorno. Por eso sería conveniente, antes de que la cosa prolifere, asentar el marco común en esta materia antes de que cada cual se ponga a lo suyo. Y el PP, que acumula un poder inédito en la historia de la democracia, tiene fácil hacerlo. El asunto es complejo y afecta a una materia muy sensible, porque si la enfermedad nada tiene que ver con el nivel de renta es paradójico que el pago de la factura si lo tenga. Uno elige, si puede, comprarse un coche más potente, una casa más lujosa, una joya más cara, sabiendo que los impuestos que pagará serán proporcionales. Pero nadie escoge ponerse enfermo.
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Isaías Lafuente