Después de la estupefacción que produjeron los siete asesinatos, todos ellos con premeditación, alevosía y claro desprecio a la raza y religión de sus víctimas, la Republica francesa ha salido victoriosa. Y lo ha hecho porque pese a estar en campaña electoral todos, Gobierno y Oposición han estado en el lugar que les tocaba. Han hecho lo que debían hacer. A ningún adversario de Sarkozy se le ha ocurrido «contextualizar» los crímenes alegando, por ejemplo, que sus discursos han propiciado semejante matanza. Ni siquiera el partido de Le Pen ha sido acusado de nada y ni este ha culpado al Gobierno de nada. El candidato socialista ha afirmado, con orgullo y razón que «la Republica es más fuerte».
La tragedia vivida en el país vecino lo es sin paliativos, pero la forma en que todos han reaccionado ante la misma ha constituido una auténtica victoria de la democracia, del sentimiento de Estado y desde luego de las Fuerzas de Seguridad que como si de una novela se tratara dieron con quien, según todos los indicios, fue el autor material de tanta crueldad estéril.
Una vez más el fanatismo ha hecho de las suyas. De delincuente común, este ciudadano francés que como todos se habrá paseado en mas de una ocasión por los Campos Elíseos respirando la libertad propia de un país democrático, cruzó la raya y se convirtió en un fanático después de haber viajado a Afganistán. No ha sido su condición de musulmán en donde hay que buscar la explicación a tanta crueldad. Los musulmanes no son terroristas, pero si hay muchos terroristas musulmanes y los hay porque son también muchos los que se encargan de convertir esa religión en una inyección de fanatismo, de desprecio a la libertad, de desprecio a la vida ajena y a la propia. ¿Qué sentimiento, que creencia llevada al extremo no desvirtúa la bondad de ese sentimiento o de esa creencia?. Es obvio que algunos sectores del islamismo están fanatizados y sus técnicas deben ser efectivas. ¿Qué ha tenido que ocurrir para que un ciudadano francés sufra semejante transformación?.
Es más que probable que a medida que avance la todavía inconclusa investigación se vayan conociendo más detalles, pero sean cuales sean los detalles aun por conocer, no hay que perder el norte, no hay que caer en la «contextualización», no hay que buscar culpables más allá de quien ha cometido los crímenes y aprender de Francia como una tragedia provocada por un terrorista se puede convertir en una victoria de la democracia. Esto es justamente lo que ha ocurrido en Francia, lo que ocurrió en Londres, en Estados Unidos. Lo que ha ocurrido en todo el mundo civilizado y democrático atacado por el terrorismo. En todo el mundo menos en España. ¿Se acuerdan?.
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Charo Zarzalejos