A los golpes de palacio de las finanzas, como los vividos en Grecia o en Italia, donde cambiaron sus gobiernos sin pasar por las urnas, se sumó en el caso griego el envío de inspectores para controlar sus cuentas. En España, el cambio de gobierno se hizo a través de las urnas pero parece que ni siquiera la dura agenda de Rajoy -plagada de ajustes y recortes sociales- satisface la voracidad de la Unión Europea. Según el diario ‘El País’, Bruselas tiene a Madrid bajo vigilancia, no solo en las reuniones del Eurogrupo, el Ecofin y en las cumbres de jefes de Estado, en las que España y sus problemas serán siempre un punto destacado del orden del día, sino también mediante el envío de expertos a la capital española para analizar las cuentas de todas las administraciones y el estado de una economía en recesión, que genera cada día más desempleo.
La noticia se produce a pocos días de una huelga general, en un momento en que vuelve a subir la prima de riesgo -está ya 50 puntos básicos por encima de la italiana-, y tras conocerse la intención del Gobierno de fijar la meta del déficit público de 2012 en el 5,8% del PIB, frente al 4,4% concertado por Bruselas con el anterior Ejecutivo de Zapatero, camino de alcanzar el 3% en 2013, algo que se prevé muy difícil, salvo que se destroce en apenas unos meses el Estado de bienestar construido durante los últimos 30 años.
Como observa el catedrático Xavier Vence en su último libro, la hoja de ruta de la radicalización neoliberal se asienta sobre unos argumentos legitimadores absolutamente insostenibles: parece que el problema es que vivimos durante muchos años por encima de nuestras posibilidades y, en consecuencia, todo pasa ahora por un plan de austeridad en todos los campos -en el privado y en el público-, excepto en el sector financiero, cuyo rescate debe ser la prioridad de todos, junto con el mantenimiento del gasto militar.
Aquí alguien se olvida de que lo que Aldo Ferrer llama «capitalismo mágico» hizo posible que los activos financieros pasasen de suponer 1,7 veces el PIB mundial en 1980 a representar 14 veces el PIB en 2007, el año en el que surgió una burbuja financiera mundial que hizo explotar la burbuja inmobiliaria. Y ahora resulta que los desmanes del dinero ficticio los pagarán los trabajadores mediante una severa devaluación interna. Para quienes lo duden: un avance de lo sucedido en Grecia, donde la eliminación de los convenios colectivos provocó un descenso medio del 20% en los salarios del sector privado. ¿Hablamos de vigilancia o de humillación?
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José Luis Gómez