Primeras elecciones parciales tras las generales en las que el PP obtuvo mayoría absoluta y nuevo éxito popular en Andalucía, pero con sabor a fracaso, y triunfo del PSOE en Asturias frente a una mayoría de la derecha que forman el PP y el partido de Cascos. La participación cayó en picado, del orden de un 12% en Andalucía, donde la abstención rozó el 40%, y de casi un 9% en Asturias, señales de un castigo de la ciudadanía a la clase política, aunque puede argumentarse que en Andalucía es la primera vez desde 1996 que sus elecciones dejan de coincidir con las generales, lo que tenía un evidente efecto arrastre, y que en Asturias se trató de la tercera consulta ante las urnas en apenas diez meses, lo que hace más comprensible un cierto cansancio electoral.
Con las encuestas se esperaba un triunfo histórico del PP en Andalucía, que se entendería como un refrendo a sus duras medidas económicas, pero con los resultados en la mano esto no ha sido así. Van a tener que emplearse más fondo las empresas de sondeos y el PP tendrá que hilar muy fino a la hora de gestionar una crisis capaz de llevarse por delante a más de un gobierno.
En Andalucía, donde se eligió una cámara autonómica con 109 diputados, el PP ha obtenido 50 escaños -a cinco de la mayoría absoluta-, el PSOE 47 e IU 12. Cambio insuficiente, por tanto, para el PP, que mejora frente a 2008, cuando la lista encabezada por Manuel Chaves había obtenido mayoría absoluta con 56 diputados. Ahora, su sucesor y candidato, José Antonio Griñán, tendrá que pactar con IU para seguir en la presidencia de la Junta. Con una tasa de paro del 31,23%, sus 6.404.623 electores llamados a las urnas castigaron al PSOE pero no lo suficiente como para que se vayan a la Oposición. En definitiva, en contra de lo que aventuraron las encuestas, el vasto capital político que acumula el PP de Rajoy no se extenderá a la Junta de Andalucía, el principal activo institucional que conserva el PSOE en España. Tras estas novenas elecciones autonómicas en la comunidad más poblada del país, el presidente del PP andaluz, Javier Arenas, logró a la postre una victoria con sabor amargo, insuficiente para dar un vuelco histórico en una autonomía gobernada desde hace 30 años por los socialistas, que quizá ya se aprovecharon de las impopulares medidas del Gobierno liberal-conservador de Rajoy. Fue el cuarto revés de Arenas en su tierra.
En Asturias ganó el PSOE con 16 escaños pero, esencialmente, se dirimió una pelea de familia en el seno de la derecha. Ahora, la izquierda -PSOE e IU- puede beneficiarse de ello, si el PP (10 diputados) no alcanza un pacto con el Foro de Álvarez-Cascos (13 diputados). El diputado de UPyD no será finalmente decisivo. Fueron unas elecciones importantes, en busca de un gobierno estable, aunque sin la trascendencia nacional de las andaluzas. Los asturianos, que concurrieron a las urnas por tercera vez en apenas diez meses, tienen por delante una legislatura de tres años, ya que el Principado volverá a celebrar elecciones, junto con el resto de las comunidades de régimen común, en la primavera de 2015.
¿Consecuencias para la política española de estos resultados que decidieron un millón de asturianos y seis millones y medio de andaluces? Lo primero pasa por saber si el programa de reformas neoliberales del PP -unas ya esbozadas y otras no desveladas- también incluye la del propio Estado de las autonomías, cuya situación financiera será difícil mantener sin cambios. En segundo lugar, a la izquierda se le abre margen para actuar conjuntamente, ya que a diferencia de lo sucedido en Extremadura, en estas elecciones, tanto en Andalucía como en Asturias, IU está por la labor de formar alianzas de progreso. Parece probable, casi seguro, un gobierno de izquierdas en Andalucía, si bien el tópico de que la reconquista empezaría en Asturias para el PSOE se queda de momento en el aire, mientras Cascos y el PP están obligados a pactar si quieren desbloquear la gobernabilidad del Principado.
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José Luis Gómez