Nunca he comprendido por qué en nuestro país se viven las huelgas generales con tanto dramatismo. La huelga es un derecho de los trabajadores, un instrumento para intentar negociar cuando las otras vías ya se han cegado, una manera de hacerse oír.
En un día de huelga tan importante es garantizar el derecho a hacerla como el contrario, el derecho de ir a trabajar. A nadie se le puede obligar ni en un sentido ni en el otro, aunque desgraciadamente se suelen dar los dos casos, el del piquete informativo que a veces se extralimita, y desde luego el de algunos empresarios que toman buena nota de quienes entre sus trabajadores hacen huelga. Porque hay también una violencia callada que es la de quien tiene la sartén por el mango, el empresario, que pasa factura a quien hace huelga. De manera que son muchos los trabajadores que no secundan la huelga por miedo a perder su puesto de trabajo. Y esta es una realidad. De manera que nadie debería de computar como «suyos» a aquellos que han ido a trabajar, porque algunos lo hacen convencidos y otros sencillamente por miedo.
A propósito de la huelga, los socialistas se han movido en el filo de la navaja. Los diputados no son funcionarios públicos sino representantes de la soberanía popular, de manera que en principio se supone que no deben de hacer huelga, pero en el caso de los socialistas lo cierto es que la apoyan, aunque sea con la boca pequeña.
Cuando el PSOE ha gobernado también ha sufrido huelgas y naturalmente veía las cosas de otra manera, ahora que está en la oposición no se atreve a declararse en huelga pero tampoco niega las bondades de ésta, vamos que los socialistas tienen el «corazón partío».
Pero más allá de las lecturas que cada cual haga de la huelga, lo cierto es que desde Bruselas se aprieta a Mariano Rajoy para que endurezca aún más la legislación y nos apriete aún más el cinturón a los ciudadanos.
En Europa manda Alemania y nos lleva a todos del ronzal, pero sobre todo en Europa, también en Alemania, gobiernan partidos conservadores que imponen recetas conservadoras a la salida de la crisis. Vaya por delante que es evidente que hay que ahorrar, que nuestro país no puede continuar con la política del despilfarro, que no podemos permitirnos tener una Administración por triplicado, etc, etc, etc, pero ahorrar y cumplir con el déficit es una cosa y otra muy distinta dar marcha atrás en lo que se refiere a derechos sociales. Y la realidad es tozuda, la reforma laboral del Gobierno de Rajoy supone un retroceso en nuestra legislación laboral dejando a los trabajadores al pairo. Eso sí, a partir de hoy que cada cual saque las consecuencias que quiera de la huelga, incluido Bruselas.
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Julia Navarro