La ministra de Trabajo, en plena huelga general, se subió a la tribuna y prometió que negociará la reforma laboral hasta la extenuación. Me pareció tan dramática tal afirmación que consulté en el diccionario el significado del vocablo. Define tres estados físicos: enflaquecimiento, debilitamiento y agotamiento. Quedé todavía más intrigado. ¿A quién se referiría la señora Báñez? ¿Será nuestro Gobierno el que termine debilitado o enflaquecerán los sindicatos empeñados en modificar la regulación laboral? Medité algunos minutos y me asaltó una pregunta más: ¿Seremos los ciudadanos, sujetos pasivos de tanta reforma sin comerlo ni beberlo, los que quedemos agotados?
Durante toda la jornada un helicóptero de la policía sobrevoló la azotea de mi casa. Un zumbido molesto e inquietante. Vigilaba los movimientos de una pequeña concentración de estudiantes procedente de la cercana universidad. Un efectivo más del enorme despliegue policial destinado en Madrid y que durante algunas horas pareció militarizar la ciudad. De buena mañana mi barrio parecía muerto. Pasado el susto, con el solecito del medio día, los comercios levantaron el cierre y recobraron la normalidad cotidiana. Un calificativo, por cierto, repetido hasta el aburrimiento por tirios y troyanos. Normalidad y tranquilidad. No hubo sorpresas: El sector más combativo del movimiento obrero secundó la huelga, los autónomos trabajaron mayoritariamente y muchos funcionarios, baqueteados por los recortes salariales y demonizados por los teóricos del liberalismo, se presentaron en su puesto de trabajo. Muchos ciudadanos, disconformes con todo lo que está pasando, se excusaron con un argumento incontestable: “con el sueldo que cobro y parte de mi familia en el paro, solo me faltaba que me descontaran un buen pellizco en la nómina”. Otros pensaron que el horno empresarial no está para la bollería fina y otros tantos que la huelga no cambiaría nada. Finalmente hay que contar siempre con los silenciosos que opinan que España no está para huelgas generales.
Ya por la tarde desaparecieron muchos de los impedimentos y una multitud extraordinaria se concentró en la capital y en otras ciudades españolas. Una demostración más del repudio generalizado que provoca la reforma laboral. Veteranos manifestantes acompañados de decenas de miles de jóvenes, tan participativos y ofuscados como ellos. Los primeros no quieren enterrar lo alcanzado en tantos años de conquistas sociales y sus descendientes no quieren perder los derechos alcanzados por sus padres.
Pasadas las elecciones autonómicas en Andalucía y Asturias y consumado el intento de huelga general, el gabinete de Rajoy aprobará hoy su proyecto de Presupuestos Generales 2.012. Será Guindos, un padrino de las reformas agresivas, el encargado de defenderlos. Es posible que también él, como la señora Báñez, esté dispuesto a quedarse extenuado, pero me temo que seremos todos nosotros los que acabemos así.
Fernando González-Estrella Digital
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