No tienen la más mínima vergüenza. El obispo de Alcalá de Henares ha utilizado un medio público, como Televisión Española, que debe respetar las ideas y las tendencias sexuales o de cualquier tipo de todos los españoles para insultar gravemente a un colectivo. Ya habría sido lamentable que su homófobo sermón lo hubiera pronunciado solo ante los feligreses de su parroquia, pero la utilización del púlpito mediático, además de multiplicar el mensaje, multiplica también la vergüenza y el sonrojo que produce.
El monseñor debería hacérselo mirar. A lo mejor su homilía era un método de exorcismo para sacar los “demonios” que tiene la Iglesia. Como dice Alfonso García en su artículo, debería mirar en los seminarios, sacristías y hasta en palacios episcopales, lugares donde han estado escondidos durante muchos años pervertidos con sotana a los que la jerarquía eclesiástica ha protegido ignorando el daño causado a niños y niñas. Con acogerse a la Ley de Dios se han bastado para huir de la Ley de los hombres, es decir, de la justicia establecida en estados de derecho.
Las desafortunadas palabras de monseñor, deberían, eso sí, servir para revisar los acuerdos de Televisión Española con la Conferencia Episcopal. No es de recibo que la Iglesia mantenga esos privilegios trasnochados y que desde las cámaras que pagamos todos insulten sin pudor ni decoro.
Afortunadamente la Iglesia católica no es solo el prelado Reig Pla. Por suerte existen muchos curas, monjas, misioneros y religiosos comprometidos que en esta época de penuria están al lado de los más necesitados.
Monseñor debería reflexionar también por qué las iglesias están cada vez más vacías y cada vez son menos los jóvenes que se acercan a ellas. Si Jesucristo recién resucitado se asomara desde si retiro celestial y viera y escuchara las cosas que dicen los que se autoproclamen sus representantes en la tierra, los volvería a echar a todos del templo.
O diría lo que don Quijote le dijo a Sancho: “Con la Iglesia hemos topado”.
Pues eso.
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