Dentro de once meses -siempre y cuando el lehendakari López en uso de su prerrogativa estatutaria no las adelante- tendrán lugar las elecciones autonómicas vascas donde a día de hoy la única incógnita relevante que queda por despejar es quien será la primera fuerza política en el País Vasco: el PNV o la marca con que ETA se presente a esas elecciones. Dicho de otra manera, si el próximo lehendakari de Euskadi será el peneuvista Iñigo Urkullu o el batasuno Arnaldo Otegui si este puede ser candidato ya que en la actualidad está en prisión. El Tribunal Supremo tiene la última palabra al respecto.
Con ese horizonte electoral, los nacionalistas vascos de todo signo han celebrado este pasado domingo el «Aberri Eguna» o «Día de la Patria Vasca», una antigualla que el fundador del PNV, Sabino Arana, estableció el Domingo de Resurrección de 1882. Y claro, esa competición que se atisba en el horizonte por hacerse con el liderazgo del nacionalismo se trasladó a los discursos. El de la izquierda abertzale es más de lo mismo: independencia del País Vasco y pasar página sobre ETA, lo que se traduce en la excarcelación de todos los presos de la banda terrorista y, por supuesto, ninguna petición de disolución o de entrega de las armas.
El PNV sabe que se juega mucho en las próximas elecciones autonómicas. Ha probado en estos últimos tres años lo duro que es estar en la oposición tras haber sido desalojados del poder en el 2009 por el pacto PSE-PP. Por eso va a jugar la baza del nacionalismo «moderado» que incluso pueda atraer los votos de un sector no nacionalista de la sociedad vasca que antes de ver a Otegui o similar en Ajuria-Enea esté dispuesto a votarle, aunque sea tapándose la nariz o mirando para otro lado. Eso no quiere decir que el PNV renuncie a sus objetivos independentistas, a lo que ellos llaman eufemísticamente el «derecho a decidir» al que incluso le ponen fecha: el 2015.
En lo que sí van a coincidir en estos meses tanto el PNV como la izquierda abertzale y el PSE de López y Eguiguren es en meter toda la presión de la que sean capaces a Rajoy para que -en expresión de Iñigo Urkullu este pasado domingo- «mueva ficha», negocie con ETA, acerque presos de la banda terrorista al País Vasco, deje en libertad a los que sufren enfermedades graves, etc. De momento, tanto Rajoy como su ministro del Interior, Jorge Fernández, han sido claros al respecto: no habrá ninguna modificación de la política penitenciaria en relación a los presos de ETA mientras la banda terrorista no se disuelva y entregue las armas. Pero la presión va a ser muy fuerte. El Gobierno de España debe de saber que la política de firmeza y de aplicar la ley es la que la mayoría de los ciudadanos quieren y es la única posible para respetar la Memoria y hacer Justicia con las víctimas del terrorismo.
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Cayetano González