La palabra de moda es «tasas», tasas para todo. En la Justicia, donde ya las había van a crecer en algunos casos hasta un 800 por ciento. Va a ser más difícil litigar, pero no para todos. Lo será para los que menos tienen y no tendrán problema los que puedan pagar. Ya veremos el resultado económico y el otro, el importante de verdad, el de la pérdida de derechos de los ciudadanos. Hay áreas en las que en segunda instancia se modifican total o parcialmente más del veinte por ciento de las sentencias. Quienes no puedan acudir a esa segunda instancia por insuficiencia económica -no hace falta ser pobre de solemnidad para no poder pagar las nuevas tasas- sufrirán un doble castigo. Las tasas no son para pagar la Justicia Gratuita como ha dicho el ministro, son para recaudar.
En la sanidad, las tasas eran imparables y van a tener diferentes niveles en función de la renta. Ya veremos si funciona la maquinaria que discrimine a los pensionistas no contributivos, a los parados sin empleo, a los que cobran más de nosécuanto y a los enfermos crónicos, por ejemplo. Habrá que ir con todos los carnés y la Declaración de la Renta en la boca. La culpa no es de los paganos, sino de la pésima gestión del sistema, de la entrega de 30 o 60 píldoras en un bote para quien necesita sólo la mitad, del mal uso de los genéricos, de la falta de control de las Administraciones públicas, pero lo van a pagar los ciudadanos. Siempre sucede lo mismo. Las tasas tienen un objetivo disuasorio, y algo conseguirán, pero también recaudatorio.
Este viernes previsiblemente se duplicarán las tasas universitarias y estudiar una carrera costará el doble que ahora: unos 1.800 euros, 200 al mes. Esa subida no servirá para pagar más allá del veinticinco por ciento de lo que de verdad cuesta esa enseñanza. Y la pagamos todos los ciudadanos, los que tienen hijos universitarios y los que no, los mileuristas y los presidentes de los bancos, incluso de los intervenidos. Es radicalmente injusto. Y también que el 50 por ciento de las carreras de Humanidades tengan menos de 40 alumnos de nuevo ingreso o que 270 grados no lleguen a los 50. Los pagamos a precio de oro.
Es bueno ir a la Universidad y nadie debe quedarse fuera por no tener dinero. Para eso están las becas. Pero no es obligatorio y se puede ser un fantástico trabajador sin haber pasado por la Universidad. Y que pague más el que puede y nada el que no puede. No es un derecho fundamental. Es discutible que haya un Estado de Bienestar donde se imponga el repago para poder acceder a los medicamentos. Y es casi imposible tener un Estado de Derecho donde se limite, y en algunos casos se impida de hecho, el acceso a la Justicia. No todas las tasas son iguales, aunque todas nos duelan en el bolsillo.
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Francisco Muro de Iscar