jueves, noviembre 28, 2024
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Once palabras

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«Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir». Estas once palabras pronunciadas con gesto serio y compungido por el Rey don Juan Carlos ante una cámara de televisión antes de abandonar el hospital de Madrid donde fue operado de la cadera tras la caída sufrida en Botsuana donde se encontraba cazando elefantes, han sido suficientes para atajar el enfado monumental que existía en la opinión pública ante lo que se consideró una conducta poco ejemplar por parte del Jefe del Estado.

Es tan poco frecuente; mejor dicho, como ningún responsable político ha pedido perdón nunca en este país, el valor y el significado del gesto del Rey entonando ese ‘mea culpa‘ tiene todavía mayor valor. El pedir perdón lleva implícito, si esa petición es sincera y en el caso del Rey no hay por qué dudar de ello, un reconocimiento de la falta o error cometido. Y además supone un gesto de humildad. Por eso acierta don Juan Carlos cuando dice lo que dice. Además ha actuado inteligentemente. Normalmente uno tiende a enrocarse en su postura y en no reconocer sus equivocaciones. El Rey no ha tomado ese camino y, reitero, ha acertado plenamente.

Otra cosa es que después de esta petición de perdón o de disculpas, haya que dar otros pasos en la línea de lo que se podría denominar la modernización de las relaciones de la Casa Real con la sociedad. El Rey, al igual que el Príncipe heredero no pueden desdoblar su personalidad en dos: el lado privado y el público. Ellos son los primeros que saben que todo lo que hacen, dicen, o dejan de hacer y decir tiene una inmediata repercusión pública. Por lo tanto  nada de su actividad  puede estar sometido a la opacidad, por supuesto del Gobierno pero tampoco de la opinión pública. Eso es perfectamente compatible con que tanto don Juan Carlos como don Felipe tengan derecho a sus parcelas de vida privada, de descanso, de cultivar sus aficiones.

En unos momentos tan delicados como los que vivimos, con una grave crisis económica, con unos nacionalismos que están a la primera que salte para debilitar la fortaleza de España, no podíamos permitirnos añadir a ese panorama un ingrediente mas como sería una crisis institucional que afectara a la Corona y a quien en estos momentos la encarna. Algunos han querido aprovechar este error regio para cuestionarlo todo, llegando incluso a pedir la abdicación del actual Rey o incluso la celebración de un referéndum para decidir la forma de Estado que queremos: si Monarquía o República. Por eso ha hecho muy bien don Juan Carlos cortando de raíz toda esa polémica que al menos en estos momentos era bastante estéril. Le ha bastado con once palabras que tienen un enorme valor personal, político y que en el fondo engrandecen su figura ante unos ciudadanos que se habían quedado atónitos con el viaje a Botsuana para cazar elefantes.

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Cayetano González

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