Durante unos segundos muchos nos quedamos sin aliento viendo y escuchando al Rey a través de la televisión disculparse por su reciente cacería en Bostuana. Había algo conmovedor en la puesta en escena. Pedir perdón no es fácil para nadie, pero para un Rey se me antoja que debe de ser más difícil porque aunque ésta es una Monarquía sin Corte sin embargo está repleta de cortesanos y si hubiera sido por ellos don Juan Carlos no tendría que haber dicho ni palabra ni dar importancia al asunto.
Dicen que los hombres del Rey, Spotorno y Ayuso, han sido claves a la hora de colocar al Monarca frente a la realidad. Y la realidad no es otra que desde hace tiempo la Monarquía ha empezado a sufrir un evidente desgaste provocada, entre otras causas, por algunos acontecimientos que tienen como protagonistas a los propios miembros de la Casa Real. Pero, sin duda, la cacería de elefantes, en un momento de profunda crisis económica, ha sido más de lo que los ciudadanos están dispuestos a tolerar al Jefe del Estado. Y es que no solo es una frivolidad irse a cazar a un país africano invitado por personajes dudosos sino que cazar elefantes repugna a la razón. Ya no estamos en la Prehistoria y la caza no es otra cosa que un ejercido de muerte que cada vez más a los ciudadanos les resulta insoportable. De manera que hay aficiones y tradiciones que quienes están al frente de las instituciones no se pueden permitir y si se las permiten, como en este caso, pueden provocar un huracán y poner en riesgo una institución.
Lo cierto es que hay un antes y un después de la cacería de elefantes y a mi juicio se equivocan quienes aseguran que con las disculpas de don Juan Carlos se cierra la polémica. Digamos que habrá un impass. Y es que se ha roto esa autocensura de los medios con respecto a la Casa Real. Hasta ahora, los medios de información han tenido siempre presente el compromiso de don Juan Carlos con el retorno de la democracia y el reconocimiento a su papel para desmontar el golpe del 23-F. Pero ya digo que hay un antes y un después y que esa autocensura no se va a repetir y cada vez será mayor el escrutinio sobre la Familia Real.
Que la Monarquía es un anacronismo no hace falta repetirlo y que solo de sus miembros depende su supervivencia también. Los ciudadanos aceptarán una institución que crean que sirve para algo, pero rechazarán una institución que no sea enteramente ejemplar y sobre todo que a fuerza de vulgarizarse pierda incluso su razón de ser. En estos días se vuelve a hablar de modernizar la Monarquía como si fuera posible modernizar los anacronismos, pero lo que sí deberá hacer el Rey y su familia es no olvidar que se ha acabado ese idilio que mantenían con buena parte de la opinión pública y que por tanto su función debe de ir más allá del papel couche.
Vivimos un momento especialmente delicado con una crisis económica, política y de valores y, por tanto, todo está en cuestión incluida la Monarquía. No obstante, a mí me parece que nobleza obliga, y hay que reconocer y valorar el gesto del Rey que ha admitido su error en público y se ha comprometido a que algo como lo sucedido no se repetirá. Aún así, ya digo que a partir de ahora al Rey y a su familia se les exigirá mucho más y su vida privada tendrá que ser igual de transparente que su vida pública. Les entra en el cargo.
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Julia Navarro