La victoria por la mínima, en primera vuelta, del socialista Hollande sobre Sarkozy parece presagiar su triunfo definitivo dentro de dos semanas. Los resultados son coherentes con la deriva electoral francesa, el PSF había vencido en comicios parciales y territoriales anteriores, y anuncian la reconquista del poder tras muchos años de presidencias de la derecha. La noticias ha sido recibida con alborozo por la izquierda española. Y curiosamente con no demasiado disgusto por el Gobierno. Aunque lo disimule.
La razón de fondo, más allá de las puñaladitas de Sarko a España, aunque fueran en el trasero de Zapatero, es que con Hollande en el Elíseo, la férrea Merkel tal vez tenga que aflojar un poco el dogal sobre la UE y sobre algunos países como España que necesitan un mínimo de respiro. Desde luego que es esencial el ajustar ingresos y gastos y no despilfarrar lo que no se tiene, y esa herencia mal que les pese su recuerdo tiene culpables muy evidentes, pero que además habrá que incentivar crecimiento y producción es cada vez más diáfano si queremos salir de esta. Las cifras volvían a cantar esta mañana con los datos del PIB -0,4 que no colocan de nuevo en recesión. Lo sabíamos desde luego pero la confirmación no deja de ser dolorosa. Y junto a ellos la retahíla de desdichas, caída de la bolsa, subida de la prima de riesgo y perspectivas aun más tenebrosas para el empleo.
De donde estamos metidos desde luego que hemos de salir de esta nosotros, y bastante solos, pero si no nos aprietan tanto, tanto tal vez lo podamos hacer un poco mejor y algo menos dolorosamente.
Volviendo a Francia no todo es resurrección de la izquierda. Porque el contrasentido es brutal. Resulta que en su conjunto los franceses nunca han votado más a la derecha. Porque entre los votos netos de izquierda Hollande (28,5) y F. Melenchón (11,1) suman sensiblemente menos que Sarkozy (27,1) y Marie Le pen (18,1). El centrista Bayrou sumo otro 9,1. Vamos que la llave la tiene la extrema derecha. Pero lo que dicen las encuestas es que en segunda vuelta, buena parte de esos votos «ultras» se harán «buenos» y votarán socialista. Las crisis están golpeando, en mayor o menor grado a los gobernantes, y la desafección a Sarkozy parece primar más que la propia tendencia ideológica. Y así lo que parece más probable que suceda es que el señor Hollande deberá en buena parte su presidencia a la ultraderecha. ¿O es que esos ultras no lo son tanto y no vale simplemente el sambenito mantra para descalificarlos?
En cualquier caso también parece evidente que el ascenso de Le Pen indica un grieta de crecientes dimensiones en el bipartidismo. Un 44 por ciento del electorado ha elegido otras opciones aunque habrá que comprobar si la emergencia del Frente Nacional es como otras veces flor de un día. Le Pen padre logró en una ocasión el 17 por ciento y algo más que su hija, al sobrepasar entonces al socialista Jospin y disputar la segunda vuelta. Luego el sistema electoral francés lo minó y le dejo reducido a la mínima expresión en las legislativas y en la Asamblea Nacional.
Pero es en esa desafección hacia los partidos mayoritarios donde uno si ve un paralelismo creciente de tendencia con España. Algo se ha atisbado en la generales y con mayor nitidez en las andaluzas. Y es algo que debiera preocupar a quien más al PSOE aunque estén tan contentos. La última encuesta publicada por el País resultaba esclarecedora. Rajoy y el PP sufrían un serio desgaste. Seis puntos abajo del resultado electoral, para quedarse en un 38 por ciento. Pero es que el PSOE no solo no restaba nada sino que hundía más y anda ya en la frontera del 20 por ciento, una línea roja de la que ha descendido en Madrid. Izquierda Unida y UpyD aparecen como los beneficiarios. Vamos que Rubalcaba lo único que puede celebrar en realidad son los éxitos de Hollande.
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Antonio Pérez Henares