martes, noviembre 26, 2024
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Incertidumbre

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Nos puede. Se ha instalado en las conversaciones de todos y a todas horas. Impregna de pesimismo el devenir de los días. Encoge nuestras vidas. Es la incertidumbre. Incertidumbre que procede de la pésima situación económica por la que atraviesa España: la Bolsa cae en picado, la prima de riesgo se dispara, el paro crece. Son factores objetivos, pero el problema tiene, también, un registro psicológico. La economía suele decirse que es un estado de ánimo y el ánimo de estos tiempos está por lo suelos. Fueron muchos los que creyeron que con la llegada del PP al Gobierno, las cosas se arreglarían. No de la noche a la mañana, pero sí que tras los primeros cien días de reformas y cambios, la realidad empezaría a ser otra o cuando menos a perfilarse con otro signo. Por desgracia, no está siendo así. Si la gobernación de Zapatero fue la madre de no pocos desastres, los primeros cuatro meses de Rajoy no dan pie a pensar que vayamos a salir tan fácilmente del agujero.

Estamos viendo que, pese a los recortes -en educación, sanidad, investigación-; pese a las subidas de impuestos y los incrementos de precios -luz, agua, transportes públicos, etc-, no hay forma de contener la presión de los mercados ni la hinchazón de la prima de riesgo. Las diferencias que se aprecian entre la hoja de ruta de Montoro (Hacienda) y la de Guindos (Economía) en orden a cómo enfocar el problema de los bancos (si o no al «banco malo», para intentar resolver el pufo de las cajas inviables), están retrasando la operación de reforma del sistema bancario. Reforma inaplazable porque, para muchos, es el origen del cáncer que padece la economía española quebrada por el hundimiento del negocio del ladrillo y por la espiral especulativa provocada por determinados productos bancarios. Los bancos que han tenido la habilidad de medio escabullirse de la foto de la crisis (la publicidad en los medios, sin duda, condiciona, y de qué manera) no atienden las peticiones de crédito. Y sin dinero, el comercio y los negocios se paralizan. Las reformas laborales abren nuevas condiciones de contratación, pero, por sí mismas, no crean empleo. Tampoco ayudan las subidas de impuestos porque desincentivan el consumo. Total: el Gobierno, con un Mariano Rajoy que no acierta a explicar lo que está haciendo, se ha desgastado en tres meses lo que a otros les sucede al cabo de tres años. Un desgaste que al no conseguir frenar la bulimia de los mercados, ni la caída del empleo, es, a mi modo de ver, la principal causa de esa sensación de incertidumbre que todo lo impregna en estos días en España.

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Fermín Bocos

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