Los peores datos nunca son los últimos, ya que continuamente llegan otros peores. Esa es la realidad de nuestra economía y de la situación europea. La primera vuelta francesa ha desencadenado un océano de incertidumbre en el continente y la caída del gobierno holandés ha certificado lo imprevisible del momento que vivimos. La victoria ajustada de Hollande – sin menoscabo del histórico resultado de Marine Le Pen por su significado ideológico- en el primer turno galo ha multiplicado las dudas sobre los perfiles del horizonte europeo: el socialista defiende revisar las políticas de ajuste y reducir los planes de austeridad para reforzar el crecimiento mediante el impulso de la actividad y el consumo. La derrota del presidente del gobierno holandés,, que ha dimitido con un segundo plan de ajuste bajo el brazo que sus socios ultras se negaron a firmar, certifica que hay nuevas voces en el panorama político institucional que reclaman un giro político a la estrategia anti crisis de los conservadores alemanes. En nuestro país se ha desplomado la bolsa por debajo de los 7000 puntos y algunas empresas han perdido en menos de una semana el diez por ciento de su valor.
El gobierno de Mariano Rajoy se enfrenta al debate presupuestario y aunque dispone de mayoría absoluta en la Cámara, no le vendría mal el respaldo de la minoría catalana o del PNV, como ya ha sucedido en otras ocasiones con el fin de reforzar y consolidar una mayoría política que atienda las reformas necesarias ofreciendo calma institucional a los mercados. Pero por el contrario Mas y Durán han aprovechado el fervor de San Jordi para anunciar que se niegan a respaldar el texto por la posible intervención de la Generalitat al no cumplir los objetivos de déficit. De nuevo el cortoplacismo nacionalista catalán -que ha llegado a amenazar con la convocatoria de elecciones ante el estupor de todos los partidos- en esta inmensa tormenta continental pone de manifiesto la escasa responsabilidad de CiU.
Plantear ahora la soberanía fiscal con objeto de eludir la responsabilidad en el control del gasto y la insolidaridad con el resto del país, no es más que un anticipo de lo que el oportunismo puede llegar a hacer en los momentos más duros de la crisis que, como decíamos al principio, quién sabe si han llegado ya o todavía están por venir.
Editorial Estrella