Al igual que España, también el Reino Unido está en recesión. Dos trimestres seguidos de «crecimiento negativo», según la jerga de distracción tan al uso entre los economistas. Desde el Gobierno de Londres señalan (con escaso fundamento) a la «eurozona» como la causante de que la economía británica esté como está. Es una forma de anticiparse a las críticas de los «euroescépticos», un club que en aquellas islas tiene tanto arraigo como el consumo de cerveza. El Reino Unido pertenece a la UE pero no está en el euro. Mantiene la libra y como tal el Banco de Inglaterra dispone de margen para intervenir cuando las cosas se ponen mal. Una ayuda con la que, pese a la existencia del Banco Central Europeo, ni España ni Italia, tan acuciadas de financiación, han podido contar porque, según recordaba ayer su presidente, Mario Draghi, no lo permite el estatuto del banco. Ni lo permite el estatuto ni lo quiere Alemania, de manera que los países integrados en el euro se ven obligados a combatir la crisis con el solo y doloroso recurso a los recortes presupuestarios.
Recortes que afectan a servicios sociales esenciales como la salud y la educación. Recortes que están en el origen del desgaste político que está provocando caídas de gobiernos (Holanda), derrotas electorales (Sarkozy en la primera vuelta de las presidenciales en Francia ) y, en el caso de España, perdida de apoyo popular al Gobierno Rajoy, pese a su reciente victoria electoral. ¿Qué quiere decirnos el dato de que el Reino Unido haya entrado en recesión, que su economía, como la de tantos otros países, no crece pese a que en su caso cuenta con el Banco de Inglaterra para enfriar los calentones provocados por los especuladores financieros? Pues que los países desarrollados están siendo víctimas de una crisis provocada por los excesos de un modelo de economía financiera que, según cálculos de algunos economistas, cada año mueve un capital 70 veces superior al de la economía real.
No es la falta de recursos humanos cualificados el precio de las materias primas lo que está hundiendo la economía de los países industrializados, son los apuntes contables -los que registran las deudas y el perfil corvino de algunos acreedores- quienes a fuerza de forzar el modelo llevan camino de quebrar el propio sistema capitalista. Los políticos (de todos los colores) se ha dejado comer la moral a causa de los mil y un problemas que acarrea la crisis. Quizá haya llegado la hora de poner las cosas en su sitio. La hora de la política. De que sea la política y no los «mercados» quienes dicten las reglas de juego.
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Fermín Bocos