A perro flaco todo son pulgas. Primero fue Argentina (Repsol YPF) y ahora es Bolivia quien se pasa al corte de mangas contra una empresa española nacionalizando sin aviso previo la filial de Red Eléctrica Española. Si contra la arbitrariedad de Cristina Fernández el Gobierno Rajoy tocó a rebato, contra la cacicada de Evo Morales emplea paños calientes. ¿Por qué? ¿Por qué esta suerte de ducha escocesa pasando del frío al calor sin mayor explicación ni sentido? Más allá del tamaño de las inversiones -muy superior en el caso de Repsol YPF- parece claro que en orden al desprecio de las normas que regulan y protegen la propiedad privada, la afrenta es similar.
Mi impresión es que el Gobierno está desconcertado. Barruntaba lo de Argentina pero no se esperaba lo de Bolivia. De hecho, cuando la expropiación de Repsol, Morales, el presidente boliviano, habló para decir que en su país se respetaba la propiedad privada. El mismo día en el que dio a conocer la nacionalización-expropiación de la filial de REE, Morales inauguraba una planta de gas de Repsol en compañía de Antonio Brufau, presidente de Repsol. ¡Menudo papelón, por cierto, el de Brufau jugando al fútbol y haciéndose fotos con Morales!
El martes por la tarde, en el Madrid oficial, todo era desconcierto. Moncloa remitía a Exteriores, Exteriores a Industria y vuelta a empezar. No se lo esperaban y tampoco sabían muy bien qué decir hasta que alguien debió dejar caer la frase del día : «No es lo mismo que lo de Argentina». Mantra que fue repetido «urbi et orbe» hasta convertirse en la pieza angular de una interpretación de lo sucedido que parece que ha comprado hasta la cúpula directiva de la propia REE. No solo no parecen preocupados si no que se diría que están contentos con la expropiación. Confían en que Morales pagará lo incautado; confían en el mismo Evo Morales que hace tres semanas aseguraba que Bolivia respetaba la propiedad privada y antes de ayer envió al Ejército a tomar las instalaciones de la filial de REE. Si no fuera porque estamos hablando de política -el arte de hacer pasar un elefante por el ojo de una aguja-, se diría que nos toman el pelo. Los de aquí y los de allá.
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Fermín Bocos