Rajoy desconfía de Rubalcaba y por eso no se atreve a llamarle a La Moncloa y pedirle ayuda para hacer lo que no hay más remedio que hacer. Y, a la recíproca, el líder socialista no se fía un pelo de Rajoy ni está dispuesto a hacerle un favor. Ni se hablan, cuando debería haber un teléfono rojo abierto permanentemente entre ambos. «Tu desconfianza me inquieta y tu silencio me ofende», decía Miguel de Unamuno. Pero los políticos tienen poco tiempo para leer incluso a vascos ilustres a los que les dolía España. Y en esas, Basagoiti ha roto con Patxi López después de mantener un pacto imprescindible durante tres años y ambos partidos se encaminan, y nos llevan, hacia un escenario donde el nacionalismo y/o el independentismo pueden tener por primera vez la capacidad de plantear algo más que un desencuentro.
Artur Más no se fía de Rajoy y Rajoy mira de reojo a Más. Los dos tienen razón. No sabemos si fue Rato el que desconfió del Gobierno o el Gobierno de Rato, pero al final De Guindos cortó la cabeza de quien pudo ser presidente y no lo fue porque Aznar prefirió a Rajoy. La desconfianza es compartida por los mercados que no se fían del sector financiero español y eso arrastra hasta a los mejores bancos europeos, que son españoles, pero que sufren un castigo desproporcionado. Y hasta la Bolsa paga la desconfianza de todos y deja al pairo a millones de pequeños accionistas que se están quedando sin reservas.
El mundo está marcado también por la desconfianza. Estados Unidos desconfía de Europa, los americanos de Obama y de Romney casi por igual, los franceses de Sarkozy, Merkel de Hollande, éste del Gobierno europeo, los griegos de todos sus políticos y los portugueses del fatal destino que sufren. La falta de seguridad jurídica en Argentina o en Bolivia, donde ahora Evo Morales quiere quedarse Red Eléctrica sin pagar nada, como la Kirchner con Repsol, es un lastre para que nadie invierta nada en esos países, pero también puede hacer que las empresas españolas acaben perdiendo todo lo que han puesto allí. «La desconfianza, decía Indira Ghandi, es una señal de debilidad». No estamos débiles, nos han metido en la UVI.
Hay que hacer algo para inyectar confianza en los mercados, en la sociedad, en la política. Hay que buscar un mensaje que tranquilice a los ciudadanos, que frene la incertidumbre, que no someta todo a debate porque podemos acabar con el negocio y el negocio es el Estado de Bienestar. Henry Louis Mencken escribió que «confianza es el sentimiento de poder creer a una persona incluso cuando sabemos que mentiríamos en su lugar». La mayoría de los ciudadanos del mundo, no sólo lo españoles, estaríamos dispuestos incluso a confiar en quien nos lanzara un mensaje de optimismo, aunque fuera infundado. No es posible construir nada desde la desconfianza en todo y en todos. Y, hoy por hoy, la desconfianza es el único valor que cotiza al alza.
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Francisco Muro de Iscar