lunes, noviembre 25, 2024
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¿Elecciones en Euskadi?

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Sumidos como estamos en una crisis durísima, la comunidad vasca se enfrenta a un nuevo proceso electoral de muy difícil comprensión. Nos informan los líderes políticos que se han enfrentado por el tratamiento local a los asuntos de política general. Parece una razón de peso, las matrices de los dos grandes se enfrentan en Madrid, pues no tiene sentido que sigan siendo amigos en Vitoria sus marcas locales. Desde el punto de vista político, es impecable. El problema es el de un pequeño, quizá minúsculo problema de forma: este análisis precipita con mayor intensidad el discurso nacionalista que sostiene que para gobernar allí, lo mejor es que haya un gobierno de allí. Para ser exactos, ellos dicen de aquí.

La experiencia de gobierno no nacionalista es, en conjunto, una experiencia extraordinariamente positiva que ha dado confianza a la parte más machacada de la sociedad por el nacionalismo en todas sus vertientes, en las instituciones autonómicas, hasta entonces sectarias y de obediencia a la cultura del llamado “conflicto”. La larga travesía del gobierno bipartito formado por PNV y PSE, en el que participó muy activamente Rosa Díez, martillo de herejes del nacionalismo, hizo pensar que sólo era posible un ejecutivo en el que siempre hubiera un nacionalista al frente, y que la paz y la estabilidad obligaban, necesariamente, a convencer al PNV sobre las ventajas del pacto con los constitucionalistas frente a las tendencias centrifugas que los arrojaban en brazos de la lógica radical. Sin esa colaboración, la única alternativa posible era la disgregación social forzada por la agudización de las contradicciones dentro del pueblo vasco. Terrible.

Nicolás Redondo fue paradigmático en el cambio de rumbo, y sentó las bases de un nuevo entendimiento más allá de la supuestamente imprescindible connivencia con los “buenos” del nacionalismo, y Patxi López en las postrimerías del zapaterismo hizo realidad una alternativa democrática, un gobierno no nacionalista y una política inflexible con el principal instrumento del terror: la propaganda cegadora y la violencia callejera expresada en fotos, petardos o proclamas inadmisibles para las víctimas y para las conciencias decentes del país. Durante más de tres años se han hecho las cosas que parecían imposibles, y si miráramos hacia atrás nos entrarían escalofríos con las cesiones que durante décadas se han hecho a las fieras y a los políticos ruines que se aprovechaban de su maldad con una maldad aún más detestable. El falso juego dialéctico de la ruptura del nacionalismo como bloque se finiquitó con la evidencia de que no hay mejor golpe que el que dan por si mismos los partidos que no enmascaran sus verdades en fintas discursivas, las que se producen con la dinámica del oportunismo frente a la decencia del comportamiento ético. Gobernaron los españolistas, y no pasó nada. Es más, ETA se rindió.

Ahora que se acercan las elecciones, los partidos echan cuentas, y no precisamente las que se refieren a los presupuestos públicos, sino a las de la estrategia electoral. Basagoiti y López demostraron  mucho durante tres años y en este momento nos dejan a todos boquiabiertos al verse superados por la realidad de confrontación PSOE-PP. No me gustan las declaraciones de Basagoiti y mucho menos sus insultos a Patxi López, más propios de la gamberrada abertzale que se emborracha de si misma y de chacolí en los san fermines, con grotescos insultos y amenazas. Le desmerecen sus palabras y, lo que es peor, desmerecen su obra de tres años.

Así que, peleado el PP con el PSE por cosas de Madrid, que diría Arzallus, los nacionalistas en todas sus versiones acudirán a las urnas con el prurito de ser sólo ellos y no el pacto fallido, las únicas fuerzas que gobiernan pensando en lo de allí. O lo de aquí, según lo vean, y según su abominable lenguaje.

Rafael García-Rico-Estrella Digital

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Rafael García Rico

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