El saneamiento del sistema financiero me parece un asunto capital. Hemos perdido ya mucho tiempo y dinero y tanto los organismos internacionales como los analistas del mercado nos dicen una y otra vez que no está arreglado y que hay que hacerlo ya y en serio. Por ello no me parece que haya sido una buena idea que se haya filtrado que Bankia va a ser «intervenida» y que el viernes el gobierno aprobará un decreto con medidas relativas a este sector. El sistema financiero es muy sensible y como las devaluaciones no se deben anunciar. La entidad que presidía Rodrigo Rato es la cuarta en el ranking y tiene diez millones de clientes, miles de trabajadores y 700.000 accionistas. Las autoridades no pueden dejar que el pánico se le meta en el cuerpo a esos millones de ciudadanos. O lo haces y lo explicas o consigues por todos los medios que no se filtre.
Los ciudadanos, con razón, estamos ya bastante hartos de sacrificios, de paro y de penalidades. Entender que el sistema financiero necesita más recursos públicos, aunque estos sean préstamos a devolver a tipos de interés de mercado, se hace difícil cuando centenares de miles de empresas han cerrado y otras tantas lo están pasando francamente mal. Sectores con problemas son todos y todos quisieran ayudas para sobrevivir. Por eso hacer bien las cosas este pantanoso asunto es básico. La única ventaja es que ya estamos tan hartos, hastiados, pesimistas, desencantados y desesperanzados que la sangre no ha llegado al río. Sin embargo, no me cabe la menor duda de que lo visto y oído con Bankia y el sistema financiero ocurre en otro momento y se arma la de San Quintín. Estamos anestesiados por el miedo y la crudeza de la crisis, aunque eso no debería haber sido óbice para que el gobierno explicara qué está pasando realmente con bancos y cajas, cómo están, cuánto dinero necesitan y cómo y cuándo lo van a devolver. Sin un sistema financiero saneado y profesionalizado no vamos a ningún lado. Háganlo ya y explíquenlo.
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Carmen Tomás