martes, noviembre 26, 2024
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La encuesta del CIS

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Más allá del valor que se asigne a las encuestas fuera del periodo crítico de una campaña electoral, lo que nos cuenta el CIS pone en evidencia la necesidad que tienen los dos grandes partidos de mejorar ostensiblemente su política de comunicación. Siendo cierto que sin elecciones, argumentar el estado electoral de un partido no deja de ser un canto de sirena, es importante determinar a partir de las encuestas el grado de satisfacción de los votantes con las estrategias de trabajo de los partidos de referencia, y la única forma consistente de hacerlo es pidiendo que certifiquen su respaldo en el supuesto de que tuvieran que emitir un voto. Visto de otra forma, los españoles también votamos en forma extraordinariamente indirecta,  mediante la consulta demoscópica teniendo los resultados de semejante “votación” un valor meramente orientativo del que los partidos políticos deben extraer consecuencias de distinta índole.

La primera, tal y como les decíamos, es la de reflexionar sobre la forma en que se relacionan los partidos políticos con sus electores habituales o con el conjunto de la sociedad representada en la muestra: si su política de comunicación es o no es buena, y tal y como dicen los expertos, si son capaces de encontrar el código adecuado para hacerse entender a través de los canales elegidos para la comunicación y en última instancia, si estos son suficientes o adecuados.

La segunda, es la de reflexionar, no sobre las formas de relación, sino sobre el contenido de ésta: ¿los partidos políticos hacen las cosas que los ciudadanos esperan que hagan? Esa cuestión se dirime de esta manera. Las encuestas definen el grado de proximidad de la estrategia política y no sólo de la estrategia de comunicación y ayudan a que los gobernantes y la oposición reflexionen sobre si aciertan en la interpretación que hacen de sus obligaciones.

La tercera, es confrontar modelos. Guste o no al gobierno o a la oposición –según los resultados -, las encuestas de en periodo sin elecciones sirven para medir qué partido concentra más simpatía, cual crece, cual decrece, en qué medida afectan los acontecimientos al pulso de cada opción política. No basta medir el respaldo de uno, hay que hacerlo con relación a los demás: subidas, bajadas, etc. y su grado de intensidad en un contexto determinado por hechos concretos. Aunque no se vote, el estado de ánimo del elector se detecta de esta manera.

Por todo esto, los expertos hablan más de tendencias que de resultados de un test concreto. Si se investiga linealmente la opinión pública durante un periodo determinado, se pueden deducir los elementos que condicionan el estado de la opinión, los efectos de las medidas o el alcance del éxito de una oposición determinada. Siempre en periodos prolongados que ayuden a tener una película y no sólo con una foto que además nunca es similar a la “foto finish” de una elección aún por convocar.

El CIS nos ha anunciado que ambas fuerzas mayoritarias deben estudiar las tres consideraciones planteadas: su estado con relación al contrario, el respaldo que obtienen y su relación con estudios anteriores y el resultado objetivo en las pasadas elecciones, y las causas de este en función de las políticas y la comunicación. Si el PP se conforma con ir perdiendo poco a poco y el PSOE con crecer por debajo del alcance de la pérdida de su contrario, ambos cometen errores cruciales de naturaleza estratégica.

Y, por último, PSOE y PP deben reflexionar sobre si al ver estos resultados claramente insatisfactorios para ambos, están en la senda correcta en su relación con los ciudadanos. Lo importante, dicho sea de paso, es que lo que haya que hacer se haga y que la gente entienda que lo hecho era necesario. Si no, es obvio que algo falla.

Editorial Estrella

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